Soledad marítima
2017
Óleo sobre loneta: 30.9 x 23 cm.
La soledad como inspiración: experiencia y creación.
Solemos asociar la soledad con la tristeza, con el sin sabor. Automáticamente la vinculamos con lo infructuoso y al fracaso. Pero, una de las más grandes preguntas que siempre he procurado responderme es precisamente ¿Qué es para mí la soledad? Quiero esta vez compartir la dinámica contigo, querido lector, que seguramente, que la has experimentado en carne propia. ¿Qué sentimiento te ha causado el enfrentarla? y ¿qué factores la causó? ¿lo recuerdas? Yo te compartiré mi experiencia, siempre desde una perspectiva totalmente personal a través de mis vivencias.
En una etapa de mi propia vida donde experimenté tal sensación de soledad, de estar solo y sin ninguno a mi lado. En ese momento hundido en las oscuridades que tienen en sí misma la soledad, me di la oportunidad de sublimarla. Era una soledad obligada más que buscada, y esta me abrió una puerta a la creación de mundos casi paralelos a la realidad. Imposible ignorar estos mundos cuando tienen un vínculo onírico y real a su vez. En un mundo tan monótono estructuralmente y realista con un sentido estricto y seco de la palabra, el bálsamo casi obligatorio y sanador en ese momento fue la imaginación; herramienta que todos sabemos del poseerla y, poco la conocemos y explotamos.
En esta obra el infante está vestido de marino y permanece quieto en un espacio acuático. El agua fluye como las emociones. El infante sostiene un cráneo en su frente que porta la expresión en latín “ego”, es decir: “yo”, pronombre personal, inicio semántico de la descripción y conceptualización de la persona. Yo mismo contemplo en ese cráneo, adornado de flores vistosas, lo efímero que es la vida, casi como un suspiro. Palpo la creatividad y la reflejo en ese infante que además de estar solo, se encuentra sentado en esa sala azul verdosa en actitud expectante con su mirada fija crea universos libres, serenos y llenos de mística interna.
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