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Pintor del pensamiento



 

Doctor Claudio

2015

Óleo sobre tela

 

Claudio Esteva Fabregat

1918-2017

Artista del pensamiento y académico del color.

In Memoriam


Aquella tarde, abrí mi computador y detecté la presencia de un correo electrónico por demás singular; era de la Dra. Bertha Alcaniz, quien encarecidamente me pedía reproducir una fotografía de su esposo a partir de una vieja fotografía a manera de retrato. Escribió escuetamente:


“Mi muy estimado Felipe le adjunto la fotografía de mi esposo para el cuadro que va a realizar. Ya sabe lo que le dijo mi esposo, que soñara. Nos gusta mucho su pintura, por lo que lo dejamos a su libre creatividad. Fue un gusto para mi esposo y para mí verlo en la ocasión de su viaje a Guadalajara y compartir con usted y Alma aquella comida y la deliciosa sobremesa en nuestra casa. Queda para el recuerdo de todos nosotros la plácida tertulia rica en matices de historia imaginados en una obra de arte. Que Dios lo bendiga y llene de bendiciones a usted y a su familia. Saludos fraternales, Berta & Claudio”

El Doctor Claudio Fabregat fue un destacado intelectual de nuestros tiempos. Antropólogo cultural e historiador americanista español. Nació el 11 de noviembre de 1918 en Marsella, Francia y falleció el 4 de septiembre de 2017 en Barcelona, España. Lamentablemente cuando lo conocí no tenía conocimiento de su trayectoria, de su legado, sin embarro aun así obtuve un aprendizaje de vida valiosísimo que llevo para siempre entre mis recuerdos.


Después de aquella experiencia en casa de ellos, en el mismo correo me recordaba: las palabras que el mismo Claudio me dijo al conocer que practicaba la pintura y que sabía pintaría a la Venus mexicana:


“Aun tengo presente lo capaz e inteligente de ese hombre, quien apenas es un chaval”

Recuerdo con notable emoción como me confió algunas técnicas jugar dominó. Tenía tal estrategia que las fichas que iban acoplándose, mientras las descontaba en su mente y así visualizaba las que podía colocar estratégicamente. ¡Un empeño increíble de concentración y calculo! A pesar de su edad (lo conocí cuando él contaba con noventa y siete años de vida) poseía una memoria muy lucida: sorprendentemente audaz y despierta. Él y su esposa conservaban una sencillez que me inspiraban confianza de familia.


En alguna ocasión, que aparecieron en las tertulias, las infaltables temáticas sobre religión y fe, me dijo que si bien no era creyente como tal, en la fe, tuvo de joven una experiencia profunda con Dios. Me relató –con un tono bajo de voz, a manera de confidencia- que en cierta ocasión estando en un bosque de España, no recuerdo tristemente cual nombre -mi memoria joven no es ni la sombra de la suya-, mucho menos cuál era el motivo de su caminata, pero retengo el particular de que aquella vez cayó una fortísima tormenta eléctrica. En medio de la incertidumbre y el miedo de pensar no saldría vivo de ahí, imploró internamente la asistencia de Dios: le pidió le permitiera salir de vivo de aquella tromba. Después del terror y el peligro en vivo, tuvo la convicción de que su suplica fue escuchada, tan escuchada y atendida que tanto que le permitió vivir muchos años más con lucidez y salud. Personalmente creo que a ese suceso atribuía esa especie de “inmortalidad” que todos le admirábamos no tanto por los años vividos sino por esa manera de mantenerse vivo en la luz del conocimiento y en la lucidez del vivir en pleno.


En su esplendorosa trayectoria, se encuentra el hecho de haber sido colaborador cercano y de confianza del gran Erick Fromm (1900-1980- Destacado psicoanalista alemán) y el haber recibido en el 2017 por la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona) el Doctorado Honoris Causa, así como otras notables distinciones más, sin embargo, me fascina mucho más aquella parte de su historia donde, a partir de su propia narración, lo imagino llegando en 1939 a México, en condición de exiliado y comenzando dese cero una vida que después se convertiría en modelo e inspiración para tantos.


En 2015 me compartió que cuando llegó a México trabajó como obrero en una fábrica con el oficio de pesar algodón. Mencionaba que algunas personas de escasos recursos recogían las sobras del material y con señas -y discretamente- le pedían de favor les diera más. Una especie de “santo huachicol”. Me imagino el provecho económico que obtenían esas personas y me llega la convicción del gran sentido humanitario para con los más necesitados.


Era muy claro al señalar que cuando llegó a México venía prácticamente sin una sola propiedad, solo su pasaporte… y sus ganas de comenzar una nueva vida. En ese documento se encuentra la fotografía que elaboré no con poca dificultad para intentar un honesto retrato al óleo. Mi afán de darle color (ya que la fotografía esta en formato blanco y negro), es para dar un poco de actualidad y frescura a su notable figura que permanece en nuestras memorias pulsantes en la búsqueda de paradigmas vivos en nuestros tiempos. No me permití demasiada libertad, menos irreverencia, por lo que pregunté algunas de las características de Claudio en aquellas épocas: color favorito para el uso de sacos sastre, particularidades de su cabello, tonos en sus ojos. Una vez que tuve la obra, la puse en sus propias manos logrando llevarlo a un viaje a su pasado, a su actualidad y a raer al presente buenos momentos y tal vez algunos no tanto. Según el mismo me lo expresó.


Actualmente creo que el Dr. Claudio también compartía conmigo no solo el gusto por la pintura sino también la habilidad para crearla, pues su sonrisa siempre presente en su rostro, sus coloquios amenos, son antiguas vivencias llenas de presente y su capacidad de dibujar escenarios en las mentes de quien lo escuchábamos o, lo leemos, son sin duda su capacidad innata de seguir siendo un artista del pensamiento y un académico del color. ¡Aleluyas para Claudio! ¡Ea gran Doctor de humildad! ¡Vive para siempre pintor de inspiración! Mi color al óleo sea mi homenaje.


"Quisiera poder vivir toda la vida"

Dr. Claudio Esteva Fabregat

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