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PINTURA: Muerte de la pureza




 

Muerte de la pureza

2015

Oleo sobre cartón con tela

 

A mediados del 2015 tuve un sueño que sigue estando fijo en mi memoria. Me encontraba en un cuarto casi obscuro, las tonalidades de sus paredes eran grises y estaba lleno de objetos, asemejaba a una bodega. Frente a mí veía una gran jaula, en ella muchas aves que revoloteaban asustadas, con una exitación bastante inquietante. Más arriba estaba una jaula con un cuervo que molestaba y atacaba a las aves. De pronto yo me acercaba y abría la jaula, comenzando a dejar escapar una por una. Por instantes el cuervo se mantenía distante, una por una salían ilesas, llenas de libertad y con un color más resplandeciente. Me percaté que solo quedaba una en la parte baja de la jaula, estaba boca abajo. La tomo entre mis manos y volteándola de frente para observarla, me di cuenta que tenía rostro y que era el de un niño: su plumaje era color azul obscuro. El ave había muerto, podía sentir en mis mano aún la fragilidad de la vida apenas desaparecida y la tibieza de un cuerpo que se aferra a este mundo.



Esta experiencia, mezcla de visión y sentir, la plasmé a finales del año 2015, más o menos entre los meses octubre y noviembre. Aun hoy me hago preguntas hipotéticas como: ¿por qué las aves sofocaron al ave con rostro de niño? ¿sería porque era diferente? O, tal vez ¿porque era más débil o no tenía voz y no fue escuchado?, y de repente el asalto deductivo: ¿sucederá lo mismo con los humanos? ¿por qué el cuervo estaba ahí?, Acaso ¿él fue el asesino? Me asaltaba también la pregunta de quién podría haber sido el culpable de, que en lugar de gozar la libertad y volar sobre aquellos pastizales, las tuvieran prisioneras en aquella estancia. De aquella reflexión obtuve la certeza de que el cuervo por su naturaleza y condición es así, y es que –como reza el dicho popular-: nadie da lo que no tiene. Uno pasa por este mundo existiendo y dando lo que ha recibido del entorno. Y era obvio por no participar de la especie de las demás aves en aquella situación, no era amigable. No podría aunque quisiera.



En este punto tengo vareas premisas, y tomo la siguiente hipótesis de interpretación observando la imagen: murió a consecuencia del corazón. Nadie sobrevive con el corazón expuesto, al aire libre, y es que además quien lo expone está vulnerable a ser juzgado. Es mejor ocultarlo bajo las pluma. Un mal tan humano también, tan común además como el ocultarse en la vida. Ocultación y muerte son las consecuencias de un corazón herido.



En las próximas obras que seguiré compartiendo del mismo personaje iré desherbando lo sucedido como una historia, la publicación anterior “Secuencia del ave”, también se entrelaza a esta experiencia no solo onírica sino vivencial y pictórica. En suma, esto me hace siempre recordar la enigmática novela de Umberto Eco “El nombre de la rosa” por cómo durante la trama de la misma se va descubriendo, develando e iluminando cada uno de los hechos que van aclarando el misterio. Modelo y prototipo de la búsqueda vital de todo hombre y el empeño por descubrir los porqués de la existencia, anticipo de la posible felicidad en esta vida.





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