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Foto del escritorfelipe

PINTURA: El Eterno enmudece




 

El Eterno enmudece

2016

Óleo sobre lienzo

 

“Pastores, lo que fueres allá por las majadas al otero, si por ventura vieres aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero”

San Juan de la Cruz, Canciones entre el alma y el esposo.



Cuando terminaba el año del 2015 esta obra inició siendo un autorretrato, y dejándome llevar por la inspiración y el poder originario que solo tiene el embrujo de la pintura tomé con mis pinceles otros rumbos de los cuales yo no tenía la más mínima e idea y, a decir verdad, ya poseído y embrujado, no deseaba ya tenerla. Terminó de esta forma en la que hoy la expongo aquí.



Eran tiempos donde me permití cuestionar, cuestionar el mundo, la sociedad, la religión y … la institución de esta. Y si, dudé de Dios; me cuestioné sobre su silencio ante los acontecimientos que en ese momento sucedían en mí, que golpeaban mi alrededor, y con este en agresión yo venía aplastado por un bombardeo invisible que dolía más que un campo de concentración a mi entorno. Ante mis ojos había cosas que no me eran justas, y que aún hoy muchas no lo son. Cada día que pasaba repetía parte de esa visión que yo tenía de Dios, una y otra vez, teniendo como referencia en el arte imágenes diversas de ese Ser supremo.



Entonces comencé a concebir a dioses como niños, con sexo femenino como la diosa Isis que en sus brazos sostiene a Horus. Fascinado como siempre he sido de la iconografía bizantina, tenía como un ejemplo iconoclasta la madre de la ternura. Tomé los pinceles y comencé. Con el roce cada vez más intenso de los pinceles se iba plasmando un dios con atributos de niño, flotando en el espacio como esa tela ligera que esta tras de él. En su boca coloqué un listón verde que la cubre, en ella una palabra escrita: Shalom. La paz que cubría su boca no era en ese momento la que regía en mi existencia, sino el silencio tortuoso que me envolvía. Cerré mis ojos internos, callé, y todo se aquietó. Encontré restos de aquella fe que sucumbía y pedía ser salvada. Sin más repetía con san Juan de la cruz, el gran poeta místico español, que si mis sentimientos como pastores viesen a Dios le dijeran que “adolezco peno y muero”.



Dormí y Cronos seguía en su función de dios pues el tiempo pasaba, no respetaba espacios, caminaba sobre mis tiempos. Cuando desperté la obra estaba concluida y ese niño era hueco como un cascaron de huevo, pues la concepción y mi visión de él había mutado, se había fecundado otra visión pero el Dios era el mismo.



Era mi necesidad en esta existencia la dar otro sentido a mi vida; necesitaba cambiar. Cambiar desde mi propio centro. Heráclito menciona que nada permanece, y todo cambia, y mi visión cambió. Miré hacia el exterior y hacia mí mismo: quién fui y quién era en ese momento. Surgía en mí una nueva oportunidad de conocer otro rostro de Dios.


Gracias por la lectura. ¡Hasta la próxima pincelada!



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