SAN GREGORIO MAGNO
Monje, Papa, Padre y Doctor de la Iglesia
(- 604 dC)
Celebramos la memoria de otro de los grandes pilares del pensamiento occidental. Un diplomático, monje benedictino, Papa, Padre y Doctor de la Iglesia que junto a San Jerónimo, San Ambrosio de Milán, y a San Agustín de Hipona son los cuatro “Padres Occidentales”.
¿Qué significa que haya sido benedictino? Pues poco antes de que naciera Gregorio Anicio, que era su nombre, hijo de un tal Giordano y de Santa Silvia (patrona de las mujeres embarazadas), San Bentio de Nursia (480-547) habiendo descubierto la perla escondida del tesoro del Evangelio, es decir habiendo escuchado la llamada del Señor a vivir para Él, se había retirado fuera de Roma a la soledad de la montaña en el Subiaco, donde con el tiempo y por el testimonio de su vida, varios hombres comenzaron a seguirlo, y así nació el monacato occidental a ejemplo de aquél oriental que se vivía en los desiertos de Egipto y Siria. Nacen entonces los benedictinos (529 dC), orden monástica que se dedicaba a la contemplación y al trabajo sencillo, siguiendo aquella frase que les caracteriza hasta la fecha: Ora et Labora. Ora y trabaja.
San Benito comprendió que la vida consta en bendecir al Señor durante el día y la noche, y establece el horario de la jornada en torno a la oración con intervalos para el trabajo manual tan útil para el sustento de la vida de los monjes.
El éxito de la vida de los benedictinos pronto los llevó a expandirse por toda Italia y por Europa, muchos jóvenes dejaban las familias para ingresar en los monasterios. Entre estos jóvenes se encuentra Gregorio, que usando sus pertenencias, heredadas de la familia, funda dos monasterios uno en Sicilia y otra en Roma en el Monte Celio, que está justo detrás del Coliseo, allí en este monasterio de San Andrés vivirá Gregorio absorto en la oración, la contemplación y el trabajo como lo pedía San Benito.
La familia de Gregorio pertenecía a las familias senatoriales de Roma y por lo tanto poseían grandes riquezas sea en Roma que en Sicilia. Pero para el período en que vivió San Gregorio la educación no era ya tan elevada como lo fuera dos siglos precedentes, por lo tanto la cultura de San Gregorio no es como la de un Agustín de Hipona o como la del historiador Casiodoro. Y eso se refleja en el estilo de sus obras, escribe mucho si, pero con un estilo que refleja una Ars Grammatica algo empobrecida.
Gregorio se dedica, como hemos dicho, a la vida de oración en el monasterio que fundó, pero esto fue por poco tiempo, ya que el papa regente Benedicto I lo nombró como uno de los siete diáconos de la Iglesia de Roma, y al año sucesivo, papa Pelagio II lo manda a Constantinopla como apocrisario, es decir; emisario personal del Papa, para pedir apoyo al emperador contra los L¡longobardos que invadían Italia. Este rol como emisario personal del Papa, refleja su papel como diplomático, aunque su carácter demasiado noble hizo que se ganara el afecto de la familia imperial y sobretodo la del emperador Mauricio. Recibió el apoyo que solicitaba, pero este apoyo fue muy modesto que en realidad no sirvió de mucho al objetivo que el Papa tenía.
Gregorio regresa a Roma, y desea continuar la vida de contemplación en su monasterio, y estuvo allí por algunos años, sin embargo la Providencia Divina le iba nuevamente a apartar de su amado retiro monástico, pues el 7 de febrero del año 590 el papa Pelagio II muere a causa de una peste a Roma, y el diácono monje es llamado para ejercer el ministerio de Obispo de Roma (Papa). Por su modestia y humildad él aprovecha su amistad con el emperador Mauricio y le envía una carta para pedirle que no apruebe su nómina a Obispo de Roma sino que le deje en el silencio del monasterio. Pero el prefecto de Roma, Germano, algunos dicen que era su propio hermano, interceptó la carta que iba para el emperador, y la cambió por una escrita por él mismo donde expresa el deseo del pueblo que aclamaba Gregorio como Papa, y hace la petición al emperador para que este monje sea consagrado Obispo de la ciudad eterna.
Así son los designios de Dios, que del silencio del monasterio llama al primer hijo de San Benito, el primer benedictino a gobernar su Iglesia. Y la forma en que lo hizo fue verdaderamente sorprendente.
A través de sus relaciones diplomáticas, logró, a través de cartas (se conservan unas 840) enviadas a emperadores, obispos, y fieles, poner paz en las distintas partes del imperio que se estaban constituyendo como provincias autónomas. Así en Galia, España, Italia, etc. Y combate no con las armas, pero sí con sabiduría la invasión de los grupo del norte de Europa cada vez más frecuentes.
Además de las cartas, escribió comentarios a la Santa Escritura, de entre los cuales sobresale su famoso comentario al Cantar de los Cantares, 40 homilías sobre los Evangelios, las Moralias del libro de Job; la Regla Pastoral en la cual exhorta a los pastores del pueblo de Dios a cuidar el rebaño de Cristo y a preparase bien.
Inició una reforma en cuestión de Liturgia, y a él se le atribuye el inicio del Canto Gregoriano, llamado así en su honor; además de buscar también de reformar la vida del clero.
Incansable en su labor pastoral, padre atento a las necesidades de todos, era extremadamente generoso en la caridad hacia los más necesitados.
Con toda razón la Iglesia lo honra con el título de “Magno” es decir “Grande” pues grande fue su celo apostólico, grande su amor a la Escritura Santa, grande su servicio al pueblo, y grande su protección de la ciudad eterna contra los grupos invasores.
Gregorio con toda razón es Padre de la Iglesia, pues con su doctrina y sus escritos iluminó la vida de la iglesia misma; doctrina que adquirió en el silencio de la contemplación monástica de la Sagrada Escritura, verdadera sabiduría. Y es doctor de la Iglesia pues esta misma doctrina señala un camino de luz en el conocimiento humano de Dios. La vida moral es un reflejo del conocimiento de Dios que nos impulsa siempre a vivir más de acuerdo a su voluntad y a poner nuestra mirada en lo alto.
Gregorio Magno interceda por todos nosotros, por el Santo Padre y por todos los pastores de la Iglesia para que con sabiduría y prudencia puedan guiar el rebaño de Dios por los pastos abundantes y a los ríos de agua viva.
(Canto gregoriano: música oficial de la liturgia de la Iglesia hasta hoy)
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