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Agustín y el ocio que lleva a la Verdad

Actualizado: 29 ago 2020


Imagen estofada de San Agustín en la Pontificia Parroquia de Santa Ana en Vaticano, que desde 1929 fue confiada a los agustinos por el el papa Pio IX. La imagen forma parte de un conjunto en par con otra de Santa Mónica de la misma hechura y estilo. (Foto by: Daniel Ramos)


Celebramos hoy a uno de los hombres más sorprendentes de la historia del cristianismo. Converso, escritor, sacerdote-obispo al frente de una comunidad. Pastor para un pueblo con el cual decide compartir la suerte hasta el final. Pero ¿quién es Agustín? Mucho sabemos de él, pero por lo general solo los que “hemos escuchado” o leído en las redes sociales, frases simples del obispo, pero a veces descontextualizadas y por ende no muy comprensibles con la fuerza con que el autor la escribió.


Los datos generales de su biografía son: Nace en Tagaste, Numidia (Argelia) el 13 de noviembre del 354 y muere el 28 de agosto del 430 en Hipona (Argelia). Con la llegada de los invasores del norte en el imperio romano. Fue hijo de Santa Mónica y de Patricio (pagano que un año antes de su muerte se bautizó cristiano católico), tuvo un hermano (también sacerdote por lo que se entiende del cap. IX de Las Confesiones, en donde su madre les pide a los dos de recordarla ante el altar del Señor) y una hermana de la cual no se sabe siquiera el nombre. Para profundizar en los datos de su infancia, adolescencia, juventud, es imprescindible leer el libro citado de Las Confesiones, que es una lectura interesantísima con tintes autobiográficos: autointrospectiva, psicológica, espiritual y mística que el mismo Agustín escribe para recordar su caminar en Dios, o la presencia de Dios en su caminar. En esta ocasión, quisiera invitarles a analizar otros aspectos de la vida de Agustín, aspectos más académicos, intelectuales, teológicos.


A principios del siglo XIX, autores serios como Gaston, A. Harnack (1851-1930), subrayaron que Agustín, no se había realmente convertido al cristianismo, sino que habría permanecido como un filósofo neoplatónico, pues señala que en Los Diálogos (obras de Agustín anterior a su bautismo, ya catecúmeno cristiano pero no aún bautizado) no menciona sino dos veces a Cristo, y en una ocasión los llama “el nuestro Apolo”. Y Harnack dice así que Agustín será uno de los primeros en “helenizar el cristianismo”[1]. Estos datos los ofrece el profesor Fr. Nello Cipriani, OSA (Orden de San Agustín) un hombre muy preparado que expone sin temor alguno los errores de estos grandes teólogos y les corrige desde los escritos mismos de Agustín.


Agustín habiendo presenciado, en su estadía en Milán, algunos de los sermones de Ambrosio, el obispo de esa ciudad sede imperial, recuerda el mismo cómo en algunas ocasiones queriendo dialogar con el obispo, siendo Agustín apenas un catecúmeno, va a donde se encuentra Ambrosio y al verlo tan concentrado en la lectura, no tiene más remedio que dejarle en su estudio[2]. Este aspecto es interesante, porque a Agustín le impresiona que Ambrosio estuviese leyendo en silencio, algo raro para la costumbre del tiempo en que la lectura era siempre en voz alta; pero el leer en silencio favorecía a Ambrosio para concentrarse mejor en lo que leía.


Quería Agustín dialogar con Ambrosio, abrirle su alma, hacerle saber de sus luchas internas, de las dificultades en comprender la fe, pero pocas veces tuvo la oportunidad debido a las muchas labores del obispo milanés.


VOCASTI ET CLAMASTI ET RUPISTI SURDITATEM MEAM,

CORUSCASTI, SPLENDUISTI ET FUGASTI CAECITATEM MEAM.



Pero eso no detuvo a Agustín en su búsqueda de la Verdad, por lo que se dedica al estudio, preparándose para el bautismo. Es en este periodo de “ocio cristiano” como lo llama él mismo, y que se debe comprender en el sentido propio de la palabra “ocio” como tiempo dedicado al estudio a la contemplación de la sabiduría. En este sentido, Agustín durante su periodo de catecúmeno se dedica a la meditación, y a escribir lo que conocemos como Los Diálogos, obra a la que hemos hecho referencia anteriormente.


Según un autor, Prosper Alfaric (1876-1955), afirma que Agustín en el 386, es decir un año antes de su bautismo, se habría convertido moralmente e intelectualmente más al neoplatonismo que al Evangelio. Según Alfaric, Agustín habría confundido la Trinidad cristiana con la Trinidad plotiniana[3]. Antropológicamente el hombre sería primordialmente el “alma racional” siguiendo a Plotino, después se agrega el cuerpo, por eso se buscaba huir del cuerpo para ser verdaderamente hombre. Y Cristo sería solo un maestro de moral, y no un salvador. Sería entonces, según este autor, el cristianismo de Agustín solo para cristianos no formados en la fe.


En este periodo anterior al bautismo, Agustín está en búsqueda de la comprensión de la fe cristiana, parte desde la filosofía, pero también tiene conversaciones con autores cristianos, tales como el sacerdote Simpliciano, amigo de Mario Victorino, Ambrosio, Mario Teodoro a quien le dedica un Dialogo, el de Beata Vita, con gran elogio por su doctrina. Allí en Milán Agustín se encuentra con estos autores y de ellos recibe también la instrucción cristiana. Sobre esto escribe el mismo Agustín en el libro VI de Las Confesiones.


Teniendo esta formación era claro que el cristianismo de Agustín era un cristianismo neoplatónico o un neoplatonismo cristiano. Y es precisamente este carácter particular del pensamiento agustiniano que le ganará el título del “Platón de la patrística”, y que heredará a los pensadores de la Iglesia, así en el medioevo la escuela franciscana tendrá también su gran representante en esta línea, el gran San Buenaventura, fiel seguidor del pensamiento neoplatónico agustiniano, y será llamado Buenaventura el Platón del medioevo, por su gran afinidad con el pensamiento del gran San Agustín.


Será entonces, el mismo Simpliciano que, contándole cómo fue la conversión de Mario Victorino, le describe cómo este en el período de la conversión antes del bautismo, leyó además de la Sagrada Escritura, la literatura cristiana. Esto lo dice Simpliciano a Agustín para provocarle a la conversión.


Cipriani, patrólogo de la actualidad, afirma que Agustín hizo precisamente eso, junto con su amigo Alipo que lo acompañó a su retiro antes del bautismo. Cipriani asegura que Agustín leyó algunos libros de San Ambrosio: El De Fide, y el De Sancto Spiritu; además las obras de Mario Victorino que era un converso como él.


Cipriani para encontrar una base que pudiera confirmar sus teorías sobre las lecturas cristianas de Agustín antes del bautismo, dice que no hay una fuente que lo diga expresamente pero él se ha dado la tarea de buscar en los escritos mismos de Agustín las fuentes de aquellas lecturas de Ambrosio y Mario Victorino. Así leyó sobre el credo de Nicea en Mario Victorino (294-364) que escribe sobre la “consubstancialidad” del Verbo en relación al Padre[4].


Entonces claramente se ve en estos escritos de Los Diálogos, la influencia de estos autores cristianos, por lo cual Agustín podemos asegurar que verdaderamente se convirtió al cristianismo, y no solo un cristianismo simple, sino aquél católico ortodoxo que defendía las disposiciones del concilio de Nicea del 325 sobre la fe Trinitaria.


Ciertamente estamos a una primera etapa de la formación teológica de este grande pensador, ya más adelante, y con grande experiencia, afirmará que lo que leyó sobre la Trinidad no le satisface por la falta de claridad. Así que él hará el intento de escribir lo que Dios le inspire para explicar en cuanto sea posible este grande misterio divino, subrayando que es Dios mismo quien eleva el entendimiento humano a estas alturas del misterio.


Después de ver cómo fue la formación del obispo de Hipona, creo conveniente que conozcamos un poco más sobre su obra. No sólo escribió Las Confesiones, La Ciudad de Dios, y el De Trinidad, que son sin duda alguna sus obras más famosas. En realidad Agustín es uno de escritores más prolíferos que haya conocido el mundo cristiano primitivo en occidente, se le equipara Orígenes en oriente en cuanto a la producción de obras. Agustín además de haber escrito muchas obras de carácter dogmático, moral, exhortativo, filosófico y teológico; escribió alrededor de 300 cartas. Además obras de tipo apologéticas, es decir, de defensa de la fe cristiana, y los famosos Sermones, además de los comentarios a gran parte de la Sagrada Escritura.


AMOR OMNIA VINCIT



Como obispo, al frente de una comunidad, busca siempre de proteger y custodiar la fe de sus feligreses y a petición de algunos amigos. Escribió obras contra los herejes; en ese escrito dedicado a un amigo suyo llamado Quodvultdeo (“lo que Dios quiere”) hace una elenco de 88 herejías y explica en qué consiste cada una de ellas. Un trabajo enorme, y que en realidad no quería hacer pero a petición inoportuna de ese amigo suyo lo hace confiando en que es lo que Dios quiere que haga.


Su actividad como apologista también fue muy importante sobretodo en su lucha contra el Pelagianismo, doctrina que niega la gracia de Dios, y que todo depende de la voluntad del hombre y de su libre albedrío. Además que los justos sobre la tierra son sin pecado alguno y que ellos son los que constituyen la Iglesia de Dios. Aesto, afirma Agustín: como si no fuera la Iglesia de Cristo que clama en toda la tierra: perdónanos nuestras deudas [5].


Como superior, habiendo formado una comunidad de amigos que se dedicaban a la oración y al estudio de las Sagradas Escrituras, escribe también una Regla para ellos, que se constituyeron como Canónigos Regulares. Y un pequeño texto sobre el Deber del Monje.


Agustín es uno de los cuatro pilares del pensamiento cristiano antiguo a quienes la Iglesia dio el título de Padres de la Iglesia de occidente por la importancia de sus escritos y la influencia en la formación de la teología que conocemos hasta ahora. Ellos son: Ambrosio de Milán, quien influyó con su predicación a la conversión de Agustín; Jerónimo el dálmata quien traduce la biblia al latín, y con quien Agustín mantuvo una correspondencia algo tortuosa; y Gregorio Magno.


Quisiera expresar algo sobre esa correspondencia algo “tortuosa” con Jerónimo, ambos autores son importantísimos para la comprensión del cristianismo occidental, y es una belleza conocer detalles del carácter de ambos. Grandes hombres, grandes santos, y excelentes pensadores. Las divergencias entre ellos, aunque a nosotros nos puedan parecer escandalosas, en realidad son la expresión genuina del saber discutir con inteligencia sobre argumentos elevados. El carácter de ambos era algo explosivo, y lo dejan ver claro en las cartas, pero también el lenguaje que usan es de un nivel verdaderamente cristiano, respetuoso y reverencial, ¡qué elegancia al discutir[6]!


Entre las cartas también encontramos algunas que hacen referencia a su labor, como la de muchos otros obispos: como jueces en casos civiles para cristianos, a esto se le llamaba “episcopalis audiendas” es decir, si un cristiano era acusado de algo en la ciudad, este por ser cristiano podía apelar a la autoridad del obispo, el cual se encargaba del proceso. Esta potestad la concedió el emperador Constantino y la ratificaron otros emperadores. Así Agustín escribe a un jurista amigo suyo en Roma para pedirle consejo sobre algunos casos.


Otras cartas recalcan el aspecto de la amistad cristiana, así las cartas con San Paolino de Nola (354-431), quien es conocido como el paladín de la amistad cristiana. Paulino le escribe a Agustín pues desea leer sus obras y Agustín el responde con mucha cordialidad enviándole algunos de sus escritos. Agustín dirá en sus Confesiones que aprendió con el tiempo a valorar la verdadera amistad, a amar a los amigos desde Dios.


Como estos detalles, se encuentran muchos más en las cartas, en los Sermones llenos de unción espiritual. En los Sermones para conmemorar a los santos mártires, que serán también una fuente para conocer detalles sobre los martirios de algunos santos. Encontramos en los escritos de Agustín nociones para vivir la vida de oración.


En fin, en este gigante del pensamiento cristiano occidental, tenemos a un Padre que engendra todo un sistema de pensamiento filosófico–teológico; un maestro insigne, un gran orador, un escritor prolífero, pero sobretodo encontramos a un hombre honesto que reconoce su indignidad delante de Dios. Vemos un hombre sediento de Verdad y la busca incesantemente sin detenerse hasta encontrarla. Contamos con un místico que una vez encontrada la Vía y la Verdad caminará sin mirar atrás. Y contemplamos un pastor que vivirá la suerte de sus ovejas sin temor ni cobardía. Además el modelo de un verdadero santo humano, precisamente porque fue profundamente humano llegó a las inmensas alturas de la santidad cristiana.


San Agustín influenciará toda la filosofía y la teología católica de todos los tiempos, en el medioevo serán los franciscanos a continuar su doctrina y así dará origen a la Escuela Franciscana de tinte neoplatónica-agustiniana. A través de los franciscanos es como el pensamiento de este gran doctor y padre, llega a nuestros días.


Celebrar a Agustín es celebrar el triunfo de Dios en la vida de este hombre africano que venciendo su arrogancia y altivez se convierte por la gracia de Dios en una luz puesta en el candelabro para alumbrar a todos en la casa.


¡Agustín, Padre y Doctor de la Iglesia, doctor de la Caridad y de la Gracia, intercede por nosotros!

(Imágenes del curso especializado sobre "Le confessiones" en el Instituto Patrístico Agustiniano de Roma en 2017. Participamos Padre Fr. Adán Vallejo OFM y un servidor. Fotos mías: Daniel Ramos)

 

[1] N. Cipriani, I Dialoghi di Agostino. Guida alla lettura, SEA 134, Roma 2013.

[2] Aug., Confes., IV, 3, 3-5.

[3] N. Cipriani, I Dialoghi, introd.

[4] Todas estas notas sobre las afirmaciones del padre Nello Cipriani OSA, son tomadas del curso sobre Los Diálogos que impartía el mismo profesor en el Instituto Patrístico Agustiniano de Roma, del cual tomé parte como curso curricular para mi formación de especialización.

[5] Aug., Haereses, libro único. Como he explicado arriba, lo dedica a su amigo quien le pide le escriba sobre este asunto, y explica cada una de esas herejías que existieron desde el inicio de la Iglesia hasta su tiempo, en el epílogo escribe sobre otras cuantas de que vino a conocer una vez que había escrito las otras 88. [6] Para conocer este epistolario se puede acceder al sitio web augustinus.it allí se tiene también la versión española de la mayoría de las obras de San Agustín. Y en las cartas aparecen las que escribió Agustín a Jerónimo y las respuestas de éste a Agustín.

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