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Subió, sube, subiendo




Subió, sube, subiendo

Gozando de su Cielo


(Reflexión escrita y compartida en 2007, cuando cursaba los estudios de filosofía)


En estos días de agosto, recordaba la experiencia de mi noviciado. Dentro de las festividades propias del gran convento de Nuestra Señora de Guadalupe, en Guadalupe Zacatecas, destaca una, que en mi experiencia personal me cautiva no solo por el hecho de su coincidencia con el inicio y el fin de esta importante etapa formativa, sino por la experiencia religiosa de su celebración, esta es: la Asunción de Nuestra Señora.


Cautivante es el recuerdo de aquel sentimiento compartido al marchar peregrinantes ya con el hÔbito franciscano sobre nosotros, (recién recibido ese 14 de agosto por la mañana) con luces encendidas, precediendo a la imagen representativa de la muerte de María rodeada de los apóstoles y en nuestras voces la sencilla melodía de las antiguas letras del himno compuesto por el venerable fray Margíl de Jesús, que rezan:


ā€œSuba, suba, suba,

la Virgen al cielo.

Suba, suba, suba,

goce de su reinoā€


y en lo alto del coro del santuario, la petición del perdón reverencial y la promesa de fidelidad en el amor que, como hijos de san Francisco, a ella le debemos.



Algunas veces recuerdo las palabras aquellas del himno y tan solo el verbo ā€œsubirā€ trae a mi mente algunas consideraciones sobre aquel magnifico acontecimiento de MarĆ­a rompiendo los cielos, segĆŗn la tradición de la Iglesia expresada en el arte para materializar este evento.


El tĆ©rmino ā€œasunciónā€, es derivado del verbo ā€œasumirā€ (del latĆ­n assumere) y manifiesta la acción de atraer a sĆ­, o tomar algo para sĆ­. Mientras que ā€œsubirā€ (del latĆ­n subire) expresa la acción de pasar de un lugar a otro; superior o mĆ”s alto. Por tanto, podemos decir que este par de vocablos expresan una misma y concreta acción, la diferencia entre estos radica en quien la padece. De modo que Dios asume a MarĆ­a, y ella es asunta a Dios, es decir, sube a Ɖl.


Y es que, creo que MarĆ­a desde siempre ā€œsubiĆ³ā€ a la altura de Dios cuando Dios mismo la asumió hacia Ɖl. Antes de su concepción, en su vida y despuĆ©s de su muerte.


Desde el principio, el relato del libro del GĆ©nesis dibuja la figura de aquella mujer que vendrĆ­a a dar paso a la enemistad con el mal (cfr. Gn 3,15), para abrir paso al Sumo Bien encarnado, salvación de la humanidad. Desde el plan eterno de Dios, una mujer debĆ­a engendrar a la raza humana en la carne y otra la habrĆ­a de engendrar en el espĆ­ritu. Ɖsta segunda, MarĆ­a de Nazaret, fue elegida desde siempre (cfr. Jer 1,5) para engendrar a Jesucristo y Ɖl, dar vida eterna a la humanidad. Entonces, MarĆ­a al encontrar gracia ante Dios (cfr. Lc 1,30) para colaborar en esta sublime misión Subió a donde Dios, al gran proyecto de redención, a la misericordia misma del creador, a su amor total.


Durante el curso de su vida terrestre, la espera de aquel que habrĆ­a de venir a liberar a Israel de la opresión fue arraigando tambiĆ©n en ella la esperanza de su pronta aparición. MarĆ­a esperaba. Cuando es confrontada con Gabriel, esta esperanza brilló mĆ”s, iluminó su mente y su corazón para una respuesta decidida y valiente. La espera llegaba a su fin y este final era sólo el principio de la manifestación del Reino esperado. De manera que con aquel solemne ā€œhĆ”gaseā€ (cfr. Lc 26-38), MarĆ­a ā€œasumeā€ a Dios en su cuerpo, es decir, Sube a la obra redentora de Jesucristo.


Imposible no traer a consideración las penas de nuestra SeƱora al no encontrar asilo en los albergues para llevar a cabo el alumbramiento de su Hijo (cfr. Lc 2,1-7). Aquellas duras palabras de Simeón en el Templo animĆ”ndola a la fortaleza: ā€œuna espada te atravesarĆ” el corazónā€ (cfr. Lc 2,35). Sin olvidar tambiĆ©n que los evangelistas explican que ella guardaba todas las situaciones de dolor en su corazón meditĆ”ndolas y asumiĆ©ndolas (cfr. Lc 2,51). Esta actitud constante de entereza queda mejor expresada en su firmeza al pie de la cruz (cfr. Jn 19,25). MarĆ­a, en cada momento de su vida permaneció Subiendo al misterio de Cristo en los acontecimientos determinantes de su acción salvadora.


Dios, que desde la eternidad ha proyectado la salvación de sus criaturas, ha manifestado singular predilección por la madre de su Hijo, concediéndole la gracia especialísima del gozo de la Resurrección de Jesucristo antes de que en la historia se realice el Juicio definitivo sobre la humanidad entera. La formulación dogmÔtica enumera el acontecimiento así:


cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial

(Munificentissimus Deus. Dz 2333),


de modo que, MarĆ­a al dejar la vida terrena, por haber sido ā€œasuntaā€ por Dios, ha ā€œsubidoā€ a la esfera de la vida divina con toda su realidad de ser humano: cuerpo y alma, con su ser y su historia.


Entonces, podemos afirmar, que lo que ordinariamente comprendemos como la "Asunción de MarĆ­a", fue solo la coronación de la ā€œasunciónā€ constante que Dios Trino y Uno obró desde siempre y para siempre en ella.


Dejemos que los teólogos discutan sobre la veracidad del hecho empĆ­rico e históricamente constatable de su ā€œelevaciónā€ a las alturas como comĆŗnmente se entiende desde la visión cristológica del suceso, es decir, a la Ascensión de su Hijo, independientemente de su interpretación como figura de la Resurrección, le continua la narración de los Hechos de los Apóstoles que aclara su asenso fĆ­sico, al afirmar que subió hasta ser "cubierto por una nube ante los ojos de todos" (cfr. Hech 1 1-9).


Es fĆ”cil pensar que si MarĆ­a goza ya de la Resurrección de Cristo, probablemente su ā€œsubirā€ hacia Ɖl no solamente ocurrió en el plano espiritual sino tambiĆ©n fĆ­sico. Sea como sea, a mi me cautiva considerar el hecho de MarĆ­a elevada por lo alto, probando el olor de los cielos israelitas, tocando con sus manos la brisa de las nubes e inspirando a la Iglesia, que la mira hacia arriba, al anhelo ferviente de la vida eterna ā€œcercaā€ de su Hijo, que es nuestra Vida. MarĆ­a subió al pensamiento de Dios. Con la Encarnación de Jesucristo sube a la obra de salvación, y durante su vida permaneció subiendo al misterio de Dios. Subamos con ella.




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