PANEGÍRICO A SAN FRANCISCO 2024
VIII Centenario de la Impresión de las llagas en el cuerpo de San Francisco
V Centenario de la llegada de los primeros franciscanos a México
Hace quinientos años, según los pronósticos devotos de nuestros historiadores saltillenses, atravesando el Valle de la Buena Esperanza, llegaron los hijos de San Francisco junto con el viento fresco del otoño. Sus sandalias surcaban de melodía evangélica todo aquel valle que perfumaba -desde aquellos entonces- a gobernadora fresca y brisa desértica. Sus palabras eras “examinadas y castas” tal como el pobrecillo de Asís, su modelo e inspiración, los había hecho hacer voto al hablar del evangelio cuando hubiese necesidad de hacerlo con palabras. Su fuerza predicadora eran sus acciones. Su liturgia, su ternura para con los nativos. Su institución, la Santa Madre Iglesia a la que servían con amor devoto y devoción amorosa. Sus pasos sobre el desierto coahuilense iban acompañados de las estrofas honestas de sus “alabados”, que pronto se hicieron la voz de los hombres y mujeres que aceptaban al Dios que tanto buscaban y ahora se les revelaba.
Trescientos años antes, cuando nuestra tierra aun no conocía la voz del evangelio, en la Umbría italiana, en la cumbre del Monte de La Verna, entre el silencio de la naturaleza y el sonido del viento del frio otoño, del Cielo mismo descendió vestido de Cristo Crucificado el más excelso Serafín de Dios, aquel Ángel lleno de perfección y hermosura, Palabra eterna del Padre, aquel que por entre los demás criaturas del Cielo, amaba más y desde toda la eternidad al Dios Omnipotente, al Creador de todo lo que existe, de lo visible y lo invisible. Era el Dios hecho hombre… y crucificado. Frente a frente, el Serafín y Francisco: Señor y siervo, consumaron aquella cita de amor. ¿El pacto? El Amor sentido. ¿El anillo? Las manos, los pies y el corazón, heridos.
¡Cinco llagas de rubí! Como lo expresa Jerónimo Verduzco
¡Cinco cielos de oro! Como lo canta Magdalena de la Cruz
¡Cinco besos de Dios! Como quiero esta noche llamar a esas cinco notas de la música celestial que, en el cuerpo de Francisco, nos han dejado aquella melodía de Amor y Misericordia que lleva sonando dulcemente en la orden franciscana, en la Iglesia y en la humanidad toda por ocho siglos. Son cinco versos y cinco poemas del Espíritu que susurran Amor y mueven a la devoción.
Panegírico quiere decir “discurso de alabanza”. Discurso de reconocimiento a un personaje distinguido. Alguien que ha demostrado grandeza y distinción. Es una alabanza al ser que ha alcanzado el status de bienaventurado, sea desde la perspectiva de la santidad evangélica como desde la integralidad de lo humano.
Esta noche, como cada año, los invito a deleitarnos en el Francisco poeta y músico, en el hombre pleno de aquella calidez humana y del resplandor que la Palabra de Dios y su Creación imprimieron en él. Palabra que en su persona, en su vida y testimonio se hacen poesía y música. Estas letras: poéticas y musicales, en esta ocasión, se encaminan por el bello pentagrama de la celebración del Octavo Centenario del acontecimiento del Alvernia, del prodigio de los estigmas de la Pasión en los miembros del Poverello.
En esta Cuarta Edición de nuestro Panegírico a San Francisco, los momentos poéticos que serán proclamados por cuatro de nuestras Ministros Lectoras al servicio de nuestro Templo, son de la inspiración y pluma de Antonio Praena, de la Orden de los Predicadores, uno de los actuales talentos destacados en las letras contemporáneas en España, con quien guardo una amistad y comunión, tal vez por la concomitante cercanía histórica entre nosotros los hijos de San Francisco y los de Santo Domingo. Además, las prosas siempre inspiradoras que brotan de la sencillez de la escritura, y que se traslucen solo con una pluma fluida de sabiduría y y de humor sincero como sólo Don Armando Fuentes Aguirre “Catón” sabe lograr. Y como cada año, El infaltable Fr. Jerónimo Verduzco OFM, de feliz memoria, poeta coahuilense también se hará presente con su mística poética y su imprescindible ser franciscano en lo artístico.
La parte musical, estará a cargo del CORO CENTENARIO, a quien conocemos también como ex “niños cantores de Saltillo” que nos deleitaran con una selección de piezas extraídas de la tradición musical franciscana y que rezan a una, las miradas de agradecimiento y los suspiros de amor del pobrecillo de Asís hecho melodía.
Esta noche hagamos nuestros los sentimientos del más santo de los poetas y el más poeta de los santos. Seamos hermanos a pesar de nuestras diferencias, hijos del mismo Padre por encima de nuestros personales criterios y, sobre todo seamos contempladores de la belleza de cada palabra, cada frase, cada nota musical que impregnarán nuestro amado Templo de San Francisco.
Dejémonos llevar por el espíritu sencillo y simple del San Francisco que nosotros conocemos, del simple juglar enamorado que fue superado en amor por el crucificado, de aquel serafín llagado que sigue cantando por las épocas y por las geografías las grandezas del Dios del que se enamoró por su pequeñez de niño, por su simplicidad de Rey y por su humanidad de Dios.
Qué vivan una excelente noche. ¡Paz y bien!
Fr. José Daniel Ramos Rocha OFM
Guardián y Rector.
Comments