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Foto del escritorDANIEL RAMOS

Ser franciscano; don para agradecer y celebrar.

Actualizado: 17 abr 2020

"Entre los dones que debemos más agradecer es el de vocación"

Santa Clara de Asís



Cuando viví en la ciudad de Roma, mientras habitaba en la fraternidad internacional del “Antoniano”, la pequeña fraternidad a la que pertenecí durante mi estancia de tres años organizó el retiro cuaresmal en el convento franciscano aledaño a la basílica papal de San Juan de Letrán, que prácticamente se encuentra a dos cuadras del Antoniano. Fue el año 2016.


Al llegar a la basílica, a mitad de la nave central hacia la izquierda, nos esperaba fray Gabriel Badillo, hermano nuestro; sacerdote franciscano, mexicano de nuestra provincia jurídica, quien nos dio todas las facilidades para la realización de ese retiro fraterno en esa ocasión. Inmediato a la cálida recepción que nos brindó nos guió hacia el convento. Nos introdujo por la parte trasera de una de las capillas laterales de la basílica e inmediatamente estábamos en el impresionante claustro antiguo de la legendaria basílica papal. Recuerdo perfectamente las palabras que nos dijo fray Gabriel, quien habita ahí desde hace más de veinte años: “No hay ninguna duda, por estos claustros caminó nuestro padre san Francisco”. Todos los presentes, que éramos frailes, obviamente entendimos el “retroterra” histórico-emocional (o sea: el “porqué” del momento) del que provino esa frase. Yo dejé escapar en el momento un suspiro, o quizá el suspiro me inició al escape hacia la historia que viví esa mañana.


(Fray Gabriel Badillo, confesor en san Juan de Letrán. Retiro fraterno)


(Claustro del antiguo monasterio de San Juan de Letrán. Siglo XIII)


El comentario acertado y devoto de fray Gabriel venía de la certeza histórica de la presencia de Francisco de Asís en la Basílica de San Juan de Letrán en el año de 1209, un día como hoy 16 de abril. Cuando se presentó en ese mismo lugar, ante el papa Inocencio III acompañado de algunos de su ya seguidores, a pedir la aprobación y reafirmar la catolicidad de la nueva forma de vida que había iniciado apenas un tiempo atrás. Dicha forma de vida que se veía amenazada por la sospecha y la persecución hacia grupos similares en sus formas, pero de escandalosa actitud contestataria y herética en contra de la doctrina cristiana. Se los narro con los mismos párrafos que escribí en el 2012 para la predica de un novenario que después se convirtió en libro[1]:


“Apenas llegó Francisco con pasos temblorosos hasta el lugar más cercano de él, donde le permitieron estar, Inocencio calló en la cuenta que la figura desconocida de aquel que sostenía la iglesia que se derrumbaba, era ese andrajoso que estaba a sus pies. Es probable que ni el nombre supiera de quién estaba ahí pidiendo le diera la palabra, porque hasta el día de hoy nadie ha llegado a justificar válidamente cómo es que Francisco llegó a obtener el ingreso hasta la misma sala papal”.


La historia la conocemos perfectamente; Francisco obtuvo del joven papa la aprobación de palabra y la bendición pontificia para él y su pequeña comunidad de hermanos, los cuales regresaron a Asís llenos de alegría al saberse “en orden y regla” con la institución de la Iglesia.


Un día como hoy, Francisco vio el inicio institucional de una moción personal del Espíritu Santo el cual poco a poco se fue convirtiendo en una fraternidad y que vería, en materia jurídica, dos grandes pasos más hacia la definitiva constitución de una Forma vitae propia (regla de 1221 “no bulada” y de 1223) de aquel inicio totalmente movido por el espíritu del evangelio de Jesucristo, del cual extrajo un considerable número fragmentos y ordenados con una cierta “lógica” fueron presentados en aquella ocasión al sumo pontífice. Misma “proto regla” que fue aprobada. Es justo ese momento en el que la familia Francisca reconoce su origen como movimiento religioso dentro de la Iglesia.




El emblemático momento de Francisco y sus hermanos ante el Papa, en la catedral de Roma, sede de su obispo, sigue siendo hasta hoy el punto de partida institucional del franciscanísmo como inspiración de Dios, que en el pobrecillo de Asís tomó notas particularísimas y todo un carisma especial que contribuyó en gran medida a presentar al mundo un rostro renovado y propositivo del mensaje de la salvación otorgada por Jesucristo.


Vuelvo a mi propia escritura sobre este punto, ya que: “para los hombres de hoy, sobre todo a nosotros franciscanos, descubrir que la fraternidad que inició nuestro padre san Francisco fue depósito de confianza de la Iglesia jerárquica en su tiempo” es motivo de agradecimiento y de celebración. De una invitación más a seguir sin descanso en el esfuerzo por renovarnos para ser hombres y mujeres más concordes con nuestros tiempos y sus necesidades. Porque:


“Hoy en día aún contamos con ese respeto, gratitud y confianza por nuestra labor en la Iglesia y el mundo, cosa que es un reto para seguir siendo fieles al ideal y seguir siendo “frescos” y propositivos en estos tiempos en los que se carece de sentido de la vida y que la alegría por vivir se disfraza de desenfreno y de libertinaje. No por nada, el ministro general actual[2] nos ha llamado a los frailes, sobre todo a los que somos frailes jóvenes: “mendicantes de Sentido”. Precisamente por esta búsqueda incansable del sentido en los tiempos de hoy que es soplido de la vida, que abre todas las persianas (de la casa del mundo) y que a sonreír nos invita. Este viento enamorado (por la luz del Espíritu Santo) respiremos. Respirar siempre profundo para nunca dejar de buscar el sentido de esta vida que sólo se encuentra en Cristo resucitado al que Francisco siguió hasta el último día de su vida.”


Ser franciscano es un don para agradecer y celebrar cualquier día del año; es agradecimiento a una vocación que jamás agota eso “especial” que tienen en sí misma y que –de igual modo- jamás deja de mover a agradecerla a quien le ha dicho “sí”. Y para celebrarla; pues es esencial del franciscano la fiesta, el celebrar. Hacer alegría lo incomprensible y transformar en bendición también lo que se padece. Prometo que apenas pase esta situación de contingencia sanitaria iré a san Juan de Letrán a simplemente dejar andar un suspiro y decir “gracias Dios porque habiendo tanta riqueza y variedad en tu Iglesia, me quisiste hijo de Francisco”. Así lo haré.



(En la basílica papal de San Juan de Letrán. Roma. 2018. Con mi madre. Con mi hermano)

 

[1] Me refiero a mi libro: Francisco; hombre de encuentros, santo de la fe. Publicaciones de la Basílica de Zapopan, Zapopan, México. 2013. [2] En aquel tiempo Fr. José Rodríguez Carballo OFM.

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