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Roma en mis años

...se come y se bebe para sintonizar con su alegría escondida.



 

(Fragmento de mi publicación a titulo personal "Los años en Roma", en junio del 2017. Un ejercicio escrito de memoria del sentir -según las pautas de "La confesión; genero literario y método, de Maria Zambrano. De estilo y formato confesional en el modelo agustiniano)

 

"Vas a Roma"; me fue dicho y jamás pensé que sería un viaje hacia mí mismo, hacia un yo que no había jamás conocido. Mi propio yo en otro lugar más del mundo, de la vida. Ya lo escribí al inicio:


“jamás imaginé que 'Roma' no era una ciudad, sino la ventana al mundo”.

Ahora siento un mundo más ligero, más en armonía con este yo que descubrí en estas tierras y que se me fue revelando poco a poco, como conquistándome con paciencia para poder posesionarse de todo lo que soy y no vivir en mí; a medias o por turnos.


Siento un mundo más apto para construir mis ideales que –gran parte de ellos- siguen siendo los mismos que traía a mi llegada (2014) a esta ciudad que me hizo releerlos desde una nueva perspectiva que logró con dolor desenmascarar unos y reforzar otros tantos. Que me enseñó que algunos de estos ideales tan empeñados, como disimulados en saciarme a mí mismo, también son necesarios y debían seguir su curso natural. Porque esto me lo dijo claro Roma: es necesario que continúe siendo yo mismo y seguir distinguiéndome con caracteres propios aunque no sea del agrado de algunos. También Roma me dijo eso, pero en la soledad: esos “algunos” deben quedar fuera de tu mapa personal. Aunque duela. Si no estuvieron en tus días de lluvia no tienen derecho ni ganas de estar en los soleados, y es que siento precisamente que está saliendo un sol nuevo para mis días. Un sol más fuerte incluso que este que enloquece a la ciudad eterna en verano pero que tantas personas del mundo lo disfrutan porque no sólo calienta, sino que embellece los tejados de las trattorie, da un verde único a las aguas del Tévere y hace más bella la frescura de sus fuentes.


Me voy y por primera vez en mi vida no siento ese indomable "ir" que nos fue dado a todos los que vivimos, que nos sacude cada que la vida nos cambia de escenario. Siento más las notas de un regreso, como las características de un volver que son precisamente los llamados misteriosos de la tierra propia. Esa de la cual siento jamás dejé y que, en mutuo esfuerzo, siempre hicimos todo lo posible por permanecer en unidad.




Mis maletas de viaje esta vez presentan una singularidad que se me da simbólica y aleccionadora: van más vacías que a su llegada y, cierto, no regresan cosa alguna que haya venido en ellas hace ya tres años. Van cargadas de cosas nuevas. Conmigo, a la espalda, la bolsa que llevo tiene dentro sólo cuatro cosas: un título académico, un libro, dos especieros y unas sandalias. El primero[1], motivo de mi haber venido; obediencia y cumplimiento en mancuerna irrompible. Un libro[2] de alguien que me ilustró médiate su pensamiento y me volvió a dar el gusto y el sentido por aquello que se estudia, además de que versa todo sobre el tema del Regreso. Los especieros[3] quiero que sean el recuerdo vivo de los sabores italianos, de cada momento a la mesa, de cada instante en el bar, de cada final con sabor a principio. Las sandalias[4], regalo por parte de un gran hermano, todo un símbolo de su tierra natal, son para el camino que continua.


Estas letras que estás leyendo también van en el conjunto; en la carga a la espalda y en la carga del corazón, porque de ahí las saqué para contar la historia de un viaje que no tuvo principio ni tendrá final. Que se dio cuenta que era tal cuando se descubrió dentro del gran viaje de la vida para la cual se estudia con esfuerzo, se lee para abrir horizontes, se come y se bebe para sintonizar con su alegría escondida, y se camina para llegar a una meta que sólo en camino se va descubriendo.


Me llevo a Roma en mis recuerdos y prometo hacerla presente apenas se me presente la oportunidad. Lo haré como tratando de saldar una deuda que no terminaré de cubrir jamás. Porque también eso me llevo: un gran sentido de deuda, de esas que –creo no existen- de las cuales no se quiere salir ni terminar jamás.

Gracias Roma, nos volvemos a ver cuándo Aquel que nos juntó decida.



Roma 2014-2017

 

[1] El título de Licenza en Filosofía por la Pontificia Univesità Antonianum, que obtuve el 17 de junio de 2017 en Roma.

[2]Las Palabras del regreso, de María Zambrano. Editorial Catedra.

[3] Que aún hoy viven en con dificultad en la cocina de mi madre.

[4] De las típicas havaianas brasileñas. Las conservo aún, aunque más como piezas de museo.

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