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La persona y el personalismo


La persona y el personalismo

Perspectiva y aporte de María Zambrano

 

José Daniel Ramos Rocha

Universidad de Salamanca

Facultad de filosofía

España 2020



“La persona es algo más que el individuo”


Contenidos :


Introducción

El personalismo

El término personalismo

Contexto histórico y condiciones

María Zambrano

EL hombre

Individuo- persona

El imprescindible cristianismo

Conclusión



Introducción



En los últimos meses hemos estado más familiarizados que nunca con las cifras estadísticas y los trazos geométricos a manera de gráficas que desde no hace tanto tiempo se han convertido en referentes para medir las multitudes, las poblaciones, llegando a formar un lenguaje casi imprescindible. La crisis sanitaria del covid19 ha hecho que grandes poblaciones sean cuantificadas en cifras numéricas que se miden por porcentajes o con una nomenclatura que habla de entes colectivos de distintas caras y mutables según el proceder de una pandemia que aún está golpeando a gran parte de la comunidad mundial. Sin embargo, la angustia y el miedo al flagelo de dicha crisis que no solo es en el ámbito de la salud, sino también económico, es experimentado a nivel personal; desde una situación concreta, es decir, en la realidad de la persona y su entorno propio. Hoy más que nunca, la necesidad de centrar la atención en la persona es un compromiso casi obligatorio, no solo para las distintas áreas sociales sino también para la filosofía.



El Personalismo



El origen del personalismo como corriente de pensamiento particular dentro del quehacer filosófico manifiesta a este con características que lo hacen ser una filosofía única y una forma de materia de estudio concreta sobre la persona humana. La historia de la persona será, pues, paralela a la historia del personalismo. El origen de su reflexión aparece en el origen mismo de esta.



El personalismo, como pensamiento y propuesta, busca conocer la dignidad de la persona, profundizar en ello eliminando mitos oscuros e iluminando aspectos olvidados a través de los siglos. Colocará a la persona por lo que es, pero también la problemática que surge y por la cual se desea volver la mirada hacia la persona. Dirá Emmanuel Mounier[1] (1905-1950), importante impulsor de dicha corriente: “El personalismo comenzará por definir la persona. Pero sólo se definen los objetos exteriores al hombre y que se pueden poner ante la mirada”[2].


El personalismo en su sistema busca indagar como punto de partida en lo que es la persona, siempre enfatizando la reflexión sobre lo que significa y conlleva el serlo. De igual modo todo aquello que influye y determina el crecimiento pleno de nuestro ser y nuestro existir, nuestro vivir y nuestro hacer. Continúa Mounier: “Se puede partir del estudio del universo objetivo, mostrar que el modo personal de existir es la más alta forma de la existencia”.[3]



El término personalismo



La palabra personalismo es de reciente empleo. Fue utilizada inicialmente en 1903 por Charles Renouvier (1815-1903) para calificar su filosofía y darle un cause particular a su enseñanza. Después el término cayó en desuso. Es necesario decir que desde la antigüedad, desde distintos puntos de vista y formas de reflexión –no exclusivamente filosóficas- se ha considerado el concepto de persona, abordándolo desde perspectivas metafísicas que tiene a la base el ser y la idea de sustancia. El personalismo como tal, partirá desde otros puntos de consideración y tendrá otros derroteros más vitalistas y pragmáticos.



Desde una plataforma básica para plantear el significado del término, podemos partir de una definición simple: “El personalismo es toda doctrina que sostiene el valor superior de la persona frente al individuo, a la cosa, a lo impersonal. El personalismo se opone, pues, tanto al individualismo como al impersonalismo”[4].



Dentro de un contexto histórico amplio y más profundo sobre este, el personalismo ya considerándolo como un concepto filosófico, se comienza a desarrollar durante la mitad del siglo XX. Asegura el filósofo personalista Juan Manuel Burgos (1961-) que “el personalismo es una escuela filosófica concreta forjada en el siglo XX con todo lo que ello pueda tener de positivo y también de limitador”[5]



Contexto histórico y condiciones



Es por motivo de la primera guerra mundial (1914-1918) y el fuerte impacto de las corrientes de pensamiento y acción del colectivismo e individualismo, que determinará el inicio de un pensamiento propio vuelto hacia la persona. Es en este periodo conocido como interbellum o “entreguerras”[6]; que se problematizan los ámbitos políticos, sociales, culturales y filosóficos. Por lo que continúa Burgos asegurando que: “El personalismo es, ante todo, una filosofía en el sentido estricto del término. Nació, en parte, como una anti-ideología, como una vía de escape ante la presión intolerable del individualismo y el colectivismo de la Europa de entreguerras”.[7]



Es entonces, ante las convulsiones que sufría Europa y con ella el mundo entero, y no habiendo recobrado aun la tranquilidad y la paz, que comienza una época en la que los regímenes totalitarios de inspiración socialista, capitalista o comunista luchan encarnizadamente por sus intereses de todo tipo. El marxismo, el fascismo, y nazismo, (el franquismo en España) son claves importantes para la nueva revolución personalista que indicará y dará origen al movimiento en favor de la persona. Un movimiento que va desde lo entrañal de la necesidad social, pasando por la seriedad de la reflexión y sistematización intelectual, para ofrecer postulados de resurrección y re-creación de la persona ante tanta confusión y dolor. Un realzarla del anonimato y de la oscuridad de las masificaciones.



En 2017, escribí en los introductorios de mi tesina para el grado de Licenza, hablando especialmente de España:



“Esta España, así convulsionada y confundida, propicia entre los intelectuales la unidad de pensamiento y sus formas de expresión. La poesía se coloca en la mira de los que buscan el sentido de la existencia humana y la respuesta al porqué del dolor. La filosofía por su parte encuentra formas nuevas de expresión. Esta unidad, probablemente con el afán de sumar fuerzas, origina una nueva manera de reflexionar sobre el hombre; su ser y su existencia, ésta que exige ser vivida en la felicidad obtenida del sentido de su propio ser y estar en el mundo. Poetas y filósofos se funden en un solo quehacer: pensar al hombre como capaz de la felicidad independientemente de la circunstancia que lo envuelve.”[8]



En este panorama nace María Zambrano; a la vida y al pensamiento, mancuerna estrecha e irrompible -tal como la concebía ella misma- que forma a la persona, que la integra y la proyecta a la trascendencia vital en este mundo de frente a las realidades existenciales. Pero, sabiendo el amplio campo de pensamiento y legado escrito de esta filósofa española, ¿podemos decir que hizo algún aporte al pensamiento personalista?, pues sabemos expresa y claramente que la misma Zambrano muchas veces rechazó el ser “personalista” como más calificativos a los que ella llamaba “etiquetas”. El objetivo de esta reflexión es ofrecer una posible respuesta.



María Zambrano



María Zambrano, filósofa y literata española, nació en Vélez-Málaga en 1904. Fue distinguida discípula de José Ortega y Gasset, Xabier Zubiri y Antonio Machado. Seguidora confesa de la corriente filosófico-poética de Miguel de Unamuno. Creadora de un sistema nuevo de hacer filosofía apostando por la reconciliación de la razón y el corazón, de la poesía con la filosofía. Exiliada de su patria por más de 45 años, mismos que vivió en distintos países como México, Cuba, Puerto Rico, Italia, Francia y Suiza, estancias prolongadas que le permitieron una gran apertura a las formas de pensar la cultura y al hombre, su ser sí y su ser persona, así como su relación con el entorno. En los lugares donde vivió, estrechó fuertes lazos de amistad y de pensamiento con intelectuales de la época. Aun en el exilio, en 1981 en España fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias. Volvió a su natal España en 1984, precisamente el 20 de noviembre (fecha por demás simbólica y profética). En 1988 fue galardonada con el premio Cervantes. Murió en Madrid en 1991. Sus restos mortales reposan en Vélez-Málaga, junto a los de su madre y su hermana.



El hombre



Existe en la realidad que envuelve al misterio del hombre, una dimensión que se le muestra como don y peligro: la historia. Según Zambrano la historia es un “caminar incesante, porque el hombre, su protagonista, es algo que no se agota en la historia, porque en alguna dimensión de su ser está más allá de ella. Y por eso la produce”[9]



Para la filósofa andaluza una de las notas principales y distintivas del hombre es que es un “ser histórico”[10], protagonista, constructor y padecedor de la historia. Este ser del hombre “para” la historia, lo especifica en sus formas de tomar parte de esta, que define con la mancuerna usual de las acciones de actividad y pasividad.



Según Zambrano el modo de la pasividad con que el hombre se introduce en el río de la historia es aquel que se ve claramente en el mundo occidental, que en las masificaciones y los procesos históricos que han sido escenarios de las formas de poder y gobiernos absolutos han llevado al ser humano al terrible rol reductivo de “ciudadano”[11], haciéndole perder su rostro y su voz, más no silenciándolo de todo. En cambio, la manera activa es aquella que, no obstante el ser padecedor de la historia que arrastra y, arrastrando configura hacia la masa, hacia la multitud, permite cierta introducción que ofrece la posibilidad de hacer protagonista al individuo. Le ofrece esta posibilidad en la medida que decide, piensa y actúa responsablemente “o al menos, asistir con cierto grado de conciencia al proceso que los devoraba”[12]. Es entonces que la conciencia histórica, en las formas posibles que el hombre tiene de tomar parte es que “se podrá ir logrando más lentamente lo que la esperanza pide y que la necesidad reclama”[13]. La posibilidad de una sociedad más humanizada que tendrá a la base el reconocimiento del individuo como persona, liberado ya del sin rostro de la masa.


Individuo – persona



Dice la especialista Sara del bello de la Sapienza di Roma:



La pensatrice ricorra più volte anche al termine individuo, secondo una modalità apparentemente analoga all’utilizzo del concetto di persona, si può cogliere un’importante differenza semantica tra i due vocaboli. Per Zambrano, l’individuo trova, infatti, il suo spazio all’interno della dimensione sociale, mentre la persona ha la sua ragion d’essere nella propria interiorità: dire uomo altro non è che dire persona e se «il luogo dell’individuo è la società, [...] il luogo della persona è uno spazio intimo[14]»[15]



Dejando en claro que, no obstante que en la obra zambraniana ambos términos (individuo-persona) vienen usados casi a manera de sinónimos, existen dentro de su pensamiento notables diferencias que no los hacen separarse en sus cargas significaciones y descriptivas, sino por el contrario, vienen unificados en un sentido procesal y ascendente, que deja en claro ciertas nociones propias y originales de la perspectiva original de la filósofa. Explico.



Existe en su obra Persona y democracia, una frase de Zambrano bastante usada y hecha eslogan con notable marketing en temas sobre política y antropología. Dice definiendo a la persona humana: “porque ser hombre es ser persona, y persona es soledad. Una soledad dentro de la convivencia”[16]. Zambrano deja en claro cuál es la “doble realidad” de la persona: ser y colectividad. “Soledad y convivencia” en palabras más de ella. De este binomio podemos visualizar el punto de partida para señalar dicho proceso de que hablábamos hace un momento y que deja en claro las diferencias y la unidad de lo que se entiende desde su perspectiva como individuo y persona.



Habiendo dicho que el distintivo de lo que es la persona es aquello del “espacio íntimo” no debemos caer en el equívoco de pensar que el ser persona sea un aislamiento que viene producido por el empeño de la búsqueda de la verdad individual en los ínferos[17] del hombre y que lo lleva a prescindir felizmente de la polis que irremediablemente lo rodea. La reflexión zambraniana versa su acento sobre todo lo contrario. Es en la colectividad y pluralidad de la “convivencia” que se le impone como circunstancia –tomando prestada la expresión de su maestro Ortega- donde el individuo encuentra la posibilidad de hacerse persona, ahí y solo ahí es el lugar para dar este importante paso.



El status de la diferencia y unidad de los términos lo resume así: “el lugar del individuo es la sociedad, pero el lugar de la persona es un íntimo espacio”[18], dejando en claro que el individuo se construye como persona en la medida en que se encuentre a sí mismo en esa soledad y encontrándose, se piense. Porque “y allá en ese fondo de la soledad en que vive cada hombre, se mira y se ve; luego se piensa.”



En Zambrano vemos este proceso simple -y complejo a la vez- de una forma de pensar a la persona, es decir, una cierta teoría personalista, que indudablemente, deja entrever inmediatamente un tinte netamente cristiano.



El imprescindible cristianismo



La importancia y ascendencia del proceso de la conformación de la persona es un elemento promovido por el cristianismo, una nota que se encuentra en la esencialidad de su teoría antropológica y de su dinamismo religioso. Es el hombre que sigue a Cristo el que ha recibido el germen del empeño vital de construirse como persona, de lucha por custodiar su dignidad y promoverla, este es el “kerygma” de su estar en el mundo al que la filósofa llama “endiosamiento”.[19]



Para María Zambrano, es el cristianismo y el nacimiento de Europa con él, lo que impulsó este endiosamiento que ha levantado tantos revuelos por la lucha de la dignidad y la defensa de la persona, por lo que podemos decir que desde su perspectiva, la filosofía personalista es una forma de endiosamiento, una especie de “teología” del hombre. Dice hablando sobre el absolutismo y la estructura sacrificial de la sociedad que:



Europa sin examinar un poco las entrañas de su historia. Sin recoger las esperanzas que la ha movido, antes que Europa existiese, en sus antecedentes: el Antiguo Testamento y Grecia. La esperanza de que el hombre como criatura única, impar, se logre. Pero solamente tras el cristianismo, y en Europa, esta esperanza se hace voluntad apasionada, frenética voluntad, y es cuando se produce el endiosamiento.[20]



De modo que solo porque el Dios de Europa es dios y hombre, en conjunto armónico, es posible pensar al hombre como persona porque, incluso este, su Dios, viene entendido como tal. [21]



Conclusión



Diremos que, desde esta propuesta de intento de una teoría sobre la filosofía personalista de María Zambrano, podemos deducir que su manera de entender no solo los problemas políticos que han lacerado a la comunidad humana en los últimos siglos (ya mencionados aquí anteriormente) sino también el surgimiento de corrientes de pensamiento tales como el freudismo, la filosofía existencial y el marxismo[22], obedecen a este desequilibrio que es producto de un severo rompimiento e interrupción en este proceso construccional de la persona, un alejamiento de una conciencia teológico-ontológica que habría dejado olvidado el estatuto de dignidad y llamado a ser persona a “imagen y semejanza”[23] del Amor creador, para sentirse creado y abandonado a su suerte. Sin dirección ni rumbo, pero movido por la entrañal intuición de encontrarse en sí mismo, se habría falsamente endiosado, embriagándose de sí mismo y divinizándose enfermamente.



  1. María Zambrano y Luís Cernuda. 2. María Zambrano y Octavio Paz,

 

Notas: [1] Filósofo cristiano francés fundador del movimiento personalista. Impulsor de la reflexión social y el aporte filosófico a la política. [2] Mounier, El personalismo, EUDEBA, Buenos Aires, p. 6. [3] Mounier, El personalismo, 7. [4] FERRETER. M. J, Diccionario de filosofía, Tomo. III, 2°, Ariel, Barcelona, 2009. p. 2765. [5] BURGOS. J.M. Reconstruir a la persona. Ensayos personalistas, Palabra, Madrid, 2009, p. 25 [6] Conocido así el periodo histórico del siglo XX que va de 1918 a 1939. Podríamos señalarlo desde el fin de la primera guerra mundial (1918) y el inicio de la segunda (1939). [7] Burgos, Reconstruir a la persona, Ensayos personalistas. 21. [8] Ramos Rocha, J.D. La noción de lugar en el pensamiento de María Zambrano, Dissertatio ad Licentia, Ponticia Universitá Antonianum. Roma, 2017. [9] Zambrano, M. Persona y democracia, en: María Zambrano, Obras completas, Vol. III, Gutenberg, 2011, p. 459. [10] Cfr. Persona y democracia, 381. [11] Cfr. Persona y democracia, 381. [12] Cfr. Persona y democracia, 382. [13] Cfr. Persona y democracia, 382. [14] Trad: “la pensadora recurre también muchas veces al término ‘individuo’, según una modalidad aparentemente análoga al uso del concepto de ‘persona’, se puede considerar una importante diferencia semántica entre los dos vocablos. Para Zambrano, el individuo encuentra, de hecho, su espacio en el interior de la dimensión social, mientras que la persona tiene su razón de ser en la propia interioridad. Decir ‘hombre’ no es otra cosa que decir persona en sí. «el lugar del individuo es la sociedad, [...] el lugar de la persona es un espacio intimo»” [15] Artículo: María Zambrano l’idea di persona, Sara del Bello, Aurora, No. 16, 2015, pp. 6-17. [16] Cfr. Persona y democracia, 467. [17] Expresión usada por Zambrano para referirse a la intimidas más profunda del hombre formada no solo del pensamiento sino también de los sentimientos y otras potencias desconocidas. [18] Persona y democracia, 467. [19] Cfr. Persona y democracia, 434. [20] Persona y democracia, 434. [21] Cfr. “El Dios europeo”, en “La violencia europea”, Zambrano, M. La agonía de Europa, en: María Zambrano, Obras completas, Vol. II, Gutenberg, Barcelona, 2016, pp. 348-353. [22] Véase: “La enfermedad de la época”, en: “El freudismo, testimonio del hombre actual”, Zambrano, M. Hacia un saber sobre el alma, en: María Zambrano, Obras completas, Vol. II, Gutenberg, Barcelona, 2016, pp. 508-511. [23] Gn 1, 1-4

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