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Presencias


Galería "degli Uffizi" en Florencia, Italia. Edificio construido entre 1560 y 1580.

Repaso páginas de historia,

los colores describen la vida

y abren a la relación,

don para la humanidad

del propio sentir.

Se reflejan en el otro

para seguir viviendo

el tiempo deja de gritar su ley,

se convierte en eterno presente.

Transcurren imágenes

que imprimen emociones,

espacio interiores

nos observan para comunicar,

Para ser.

El artista; un puente,

con asombro y recogimiento

armoniza colores, gestos, movimientos,

consciente de deber fijar

“eso que del alma no muere”.


La transmisión televisiva me acompaña en este viaje largo sobre la carretera hacia Florencia, en Toscana, me induce al estupor de frente a los testimonios del genio de tantos, que tantas veces tantas veces han dejado su firma en el tiempo.


Fue el recorrer los corredores y las salas de la galería de los Uffizi el que me trajo a la memoria estos fragmentos que testifican la presencia de lo eterno en nosotros: imágenes, sentimientos, emociones, todo al centro de una belleza expresada con orden, proporción y armonía.


Todo canta en esta teología de la luz. Los cuadros, al máximo de pasión y verdad, poseen la misma potencia de las palabras. Si no pueden llevar a grandes cambios, si pueden fortalecer un reflejo de instantes humanos, de las historias y consecuentemente dar forma a la conciencia humana y despertar las conciencias.


Desfilan rostros, hablan a través de la mirada, por lo que el rostro se convierte en marco; involucran al espectador emotiva y moralmente.


Dice Leon Battista Alberti (1404-1472), el primer crítico del arte del Renacimiento, en 1434:


“El ánimo moverá la historia, cuando los hombres inclinen en pinturas su propio movimiento de ánimo. Intervienen la naturaleza, en la cual nada más que ella se encuentra rapaz de cosas similares a sí misma, que lloran con quien llora, ríen con quien ríe y se suelen con quien sufre. Pero estos movimientos de ánimo se conocen por los movimientos del cuerpo”.


Aderezando aún más esto, diremos que muchos artistas que pasan frente a mis ojos, han enfatizado la emoción a través del rostro y la gestualidad. Todo hasta llegar a aquello que siempre Battista Alberti dirá sobre Leonardo, que confiere a las figuran, incluso, “el movimiento y el aliento”.


La gracia de las figuras es excepcional y lo subraya Giorgio Vasari (1511-1574), pintor, arquitecto e historiador del arte, afirmando que la gracia corrige la naturaleza imperfecta, refinándola, suavizándola, dándole huella de vida. Confiere una belleza que es primero moral, después física.


Espero que en este periodo que estamos viviendo pueda permitirnos el llegar a todo esto. Redescubrir en nosotros aquellos valores, aquellos rasgos del ánimo, aquella huella que logre traer a la luz la belleza interior que poseemos.


Personalmente, todo esto nace en mi interior cuando me encuentro frente a frente con la belleza de un crucifijo; nada podrá igualar la dulzura, la obediencia y la donación de sí mismo que los rasgos de dolor y sufrimiento logran participarnos.


Es partiendo de aquí que los artistas logran comunicar “eso que del alma no muere”.



"Todo canta en esta teología de la luz" / Maria Paola Recchia



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