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El reinado de María

Actualizado: 25 sept 2020

(Podcast para "Evangelio viviente" en Spotify. 22 agosto 2020. Texto completo)



“Que el mayor entre ustedes sea su servidor”

(Mt 23, 1-12)



Cuando celebramos nuestra fe en la persona de María, ante la realidad de las características de nuestras formas celebrativas, es decir: con atributos gloriosos, magnificentes y reales, valdría la pena preguntarnos: Cómo hemos llegado hasta esta forma de concepción donde alabamos a la persona de la virgen María como reina y soberana, esplendorosa y llena de gloria, cuando el dato evangélico que nos ha sido dado; es el de su simplicidad de vida y el auto reconocimiento de su nada al admitir, ella misma, que Dios ha mirado su “bajeza”.


Tanto más, si admitimos que somos un pueblo que jamás ha vivido la experiencia del gobierno monárquico ni la sumisión a un ejercicio de reinado político o social. A decir verdad, nuestro contacto con las figuras de reyes y reinas, se nos ha dado sólo mediante los cuentos infantiles, la lectura y el cine, y obviamente, a través de los personajes religiosos.


Recuerdo que alguna vez un profesor aseguraba que la figura de un rey y su poder, era la máxima creación que el hombre había logrado en este mundo en su afán por gustar un poco la experiencia de ser como dios. La institución y ejercicio de la monarquía, en su devenir histórico, revelan que es una experiencia del ser del hombre en su sueño eterno de trascendencia, presencia y dominio sobre el mundo, para muestra basta recordar la atrevida intención del emperador Carlo Magno de institucionalizarlo como Sacramento en la Iglesia.


Coronación de Carlo Magno. Museos Vaticanos.


Ante esta realidad tan humana, como el ser mismo de la madre de Jesucristo, cabe preguntarnos ante la certeza de esta como Reina y Soberana: ¿Cuál es su ser de reina y cuál es su reinado?.


El fragmento del evangelio de hoy, tomado de capítulo 23 de san Mateo, que ilumina esta memoria litúrgica, es aquel de la advertencia del Señor sobre aquellos que regían las conciencias de la gente y los que dominan sobre los pueblos. Reinados religiosos de los que siempre ha habido.


Jesús evidencia a los dominadores religiosos de la época como farsantes, viciados de hipocresía y ávidos del aplauso humano. Echa en cara su dominio legal, lo mismo que su incapacidad para involucrarse en dichas leyes que venden al pueblo como edificantes de la sociedad y facilitadores de salvación. Jesús, en su señorío discreto, casi invisible entre estos farsantes, separa estas dos actitudes contradictorias y resana esta grieta con una nueva forma de ser en miras a una vivencia más integrada, dice:



“que el mayor entre ustedes sea su servidor”.


Jesús establece la unión armónica de dos polos humanamente opuestos: el del rey y el del vasallo, el de ordenar y el del obedecer, el de la grandeza y el de la humildad.


Cuando el evangelio nos presenta esta predicación del Señor, nosotros, en las páginas anteriores, ya hemos conocido episodios testificados de la posibilidad de esta armonía que exige a sus discípulos, precisamente en la persona de su madre, la Virgen María. Pues siendo apenas honrada con ser elegida para ser la madre del Mesías; acepta humildemente, corre al servicio de Isabel a la que reafirma su humildad y sorpresa, diciendo:


“dichosa me dirán los pueblos”.


De hecho María, es recibida por esta en calidad de Reina: ¿Quién soy yo para que –tan distinguida persona- venga a verme?”, le dice.


María es Reina, bajo la forma de realeza que fija el evangelio nuevo: reconocimiento de la humildad, servicio y gratitud a Dios. Un don recibido por pura misericordia. Nada de méritos, ni derechos, ni herencias. Puro don gratuito e inmerecido.


Me gusta recordar algunos ejemplos de reinados concordes a este ejercicio de amor y servicio por el pueblo: como Catalina II de Rusia, que ante el contagio de la peste, quiso que fuera probada en ella, la posible vacuna. O, Isabel I de Inglaterra, quien renunció a la maternidad por servicio y estrategia para el bien de su pueblo.




María es reina del cielo y de la tierra, su predilección por parte de Dios le han dado un dominio de amor y gobierno de ejemplo vital sobre los que somos vasallos de su Hijo. Su reinado es de servicio; sirve con su protección y acompaña con su maternidad. Es la primera en la corte del cielo porque ha sido la primera que se ha hecho sierva en la tierra.


María venerada como reina. Tríptico de madera. Siglo XVII. En nuestra iglesia franciscana de Santa Maria Maggiore en Tivoli. Italia.

¡No dejemos de venerar a María como reina y amarla como madre!.

 

Podcast. ¡Escuchalo!

 

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