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El nombre de la rosa

Foto del escritor: Fr. Adán VallejoFr. Adán Vallejo

El nombre de la rosa

De: Umberto Eco


Intriga, homicidios, investigación, audacia sagaz.


Hace aproximadamente quince años curioseando en la biblioteca del convento en el que vivía en aquél entonces, encontré un libro que me llamó la atención: El nombre de la Rosa, del filólogo italiano Umberto Eco fallecido hace un par de años. Para ser honestos tenía curiosidad en saber qué tan distinto era el texto de la novela de la adaptación cinematográfica que había visto. La película está muy bien realizada sin embargo para mi sorpresa no logra expresar todo lo que el libro mismo despierta en el interior de quien lo lee.


Mis impresiones sobre la novela al leerla fueron muchas; para empezar al leer la primeras cinco páginas no pude ya detenerme de continuar con la lectura, deseaba poder leerla completa en un solo momento, pero las actividades del convento no lo permitía. Era tanto mi anhelo de seguir la historia que estaba leyendo que aprovechaba cada momento “libre” para poder avanzar algunas páginas más de la novela; llegué incluso a romper algunas normas de la vida conventual, pues las luces se apagaban a las 10 pm momento en que empieza el silencio mayor, y todos los frailes debíamos apagar las luces de nuestras celdas y buscar de descansar pues al día siguiente la jornada empezaba a las 5:45 am. Yo sin embargo, por espacio de una semana no respeté tal norma tan benéfica, pues el silencio es muy bueno antes de descansar, pero debe ser el silencio verdadero no solo la ausencia de ruidos externos, sino el silencio interior que lleva a un descanso sabroso. Pues bien, apenas apagábamos las luces de la celda, yo debajo de mi cobertor encendía una lámpara de mano y así me entregaba a la lectura de la novela, en el silencio de la noche avanzaba muchísimo más de lo que podía aventajar durante los momentos intermitentes que de la jornada podía dedicarme a ella.


La genialidad de Eco al entrelazar los hechos que narraba y la profundidad de los argumentos me llenaban de un deseo tremendo por saber el desenlace. Los personajes todos, la localidad (una grande abadía centro cultural del medioevo con su inmensa biblioteca rica en manuscritos) las normas tan rígidas de los monjes benedictinos que preservaban ese tesoro cultural para la posteridad, llevaron a uno de estos monjes a envenenar las páginas de un manuscrito que se creía perdido y, retenido por muchos hombres de cultura como “escandaloso” pues en él se narraba sobre la comedia que el gran Aristóteles había explicado con su muy conocida maestría. Con palabras del monje bibliotecario ese libro invitaba al hombre a deformar su rostro con la sonrisa que más le asemeja a los monos y no agradaba a Dios por tal motivo el monje prohibía la lectura de dicho manuscrito.


Sin embargo cuando unos monjes que trabajaban en el scriptorium al copiarlo se dejaban llevar por el sentimiento que despertaba tal escrito pero al hojear el manuscrito morían envenenados. El abad no encontrando una razón que explicase la muerte de los mojes aprovecha la visita que un franciscano inglés hacía a su monasterio con motivo de una discusión que deberían tener los franciscanos catalogados como “herejes” por defender hasta la exageración la “pobreza” de Jesús y los apóstoles hasta afirmar que los hombres de la iglesia deberían vivir de acuerdo a tal pobreza. La discusión se tendría en dicho monasterio donde se hospedaba uno de los frailes que encabezaba tal doctrina Fr. Ubertino de Casale y otros. El fraile inglés Guillermo de Baskerville, así llamado en la novela, representa el personaje de un hombre muy inteligente con dotes de detective, hombre de gran ingenio intelectual que muy adelantado a su época, prefiere investigar a fondo guiado por la razón y por los hecho y no dejarse llevar por creencias de tipo fantasiosas.


Guillermo poco a poco observando todos los hechos y los comportamientos de varios monjes logra descubrir el verdadero problema, lo revela al abad y sigue con su muy poco común curiosidad investigando no obstante la presencia de la inquisición que debía presenciar la discusión sobre la pobreza de los franciscanos. Se adentra en la biblioteca junto a su novicio (pues era común que las familia pudientes pidieran un maestro personal para sus hijos cuando esto entraban en la vida religiosa), y al llegar al lugar donde se encontraba el libro manuscrito, los sorprende el monje bibliotecario y los confunde en la inmensa biblioteca que más bien parecía un laberinto, inicia un fuego y tanto el fraile como su novicio logran escapar de las llamas que consumieron al pobre monje anciano.


Es una novela que contiene muchos datos históricos mezclados con la genialidad del autor. Es de verdad una experiencia maravillosa leer el texto. Es como si lograse uno entrar en el mundo de esa abadía, en las intrigas, en ir adivinando lo que sucederá después, es experimentar una satisfacción cuando se termina de leer, y al mismo tiempo deja una nostalgia de querer seguir leyendo más de la misma.


Queda en uno el deseo de querer saber ¿que pasó con Guillermo después de dejar el monasterio?, ¿cómo fue la vida del novicio?, quien es el “narrador” de la novela misma, ¿qué sería del monasterio después del incendio en la biblioteca?, ¿existiría de verdad un tal monasterio con tan inmensa biblioteca?


Umberto Eco de verdad logró imprimir en mi interior un interés tremendo por la lectura de libros de este género. Obras de gran profundidad que dicen muchísimo más de lo tienen escrito, el texto mismo es como si impulsara al lector a buscar más allá de las palabras, de contemplar con el interior lo que no se dice explícitamente, pero que es tan palpable con el intelecto. Es una experiencia muy satisfactoria.


Yo logré, con el ingenio de romper la norma del silencio mayor, a leer la obra en una semana. Pero ahora que las circunstancias nos imponen un estar con nosotros en casa, se puede aprovechar para permitirse experiencia similares con obras tan variadas que la cultura nos ofrece. Se debe leer no para saber mucho, sino para ignorar menos.

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