Lo que se desea no llega y lo que se desconoce, sorprende. Te decía que te conocí antes de encontrarte porque vi que aquello que cargabas era algo que deseaba y de manera inédita expedías.
Llegaste regalando risas temerosas, miradas frágiles de inseguridad y ofreciendo pedazos de complejos para ser sanados.
[El secreto era tu saludo y el miedo tu sonrisa].
Cada pensamiento te pesaba tanto o más que tu espalda garafateada de pasado. Tus palabras llenas de afán -y ansiosas de libertad- te delataban. “Necesito un tiempo”; fue tu argumento que se convirtió en forma de vida desde que viniste a vivir en forma junto a mí.
Te decía que supe de ti antes que te mostraras porque tenía algo en reserva que esperaba ser donado, ser descubierto, y moría en urgencia de ser visto por alguien.
[El objetivo era vivir y el presente su combate]
Ese “algo” era eso que te conoció primero, que te supo antes, que me recomendó quererte aún sin haber conocido tu rostro. Era ese algo que también tú buscabas incluso sin tener la más pálida idea.
Te decía que te encontré, que me encontraste, que la vida nos encontró. Nos encontramos desconocidos, en una tierra desconocida tanto o más que nuestros gustos musicales. Tanto o más que nuestras maneras. Tanto y tanto como nuestro idea de amar.
[El reto era encontrarte y lo inédito fue que te dejaste sorprender]
Te decía que te amé antes de conocerte y te comencé a extrañar cuando aún no te marchabas.