En mi inesperado ‘stop’ en tierra italiana
Entre tanto por fin encuentro lugar,
al pie de una montaña y encima de mi fantasear,
¿qué más puedo pedir? nada, sólo tiempo para admirar.
Hay silencio desorbitante, que ni un rayo de sol contiene,
miedo en la pupila y temor que se enciende lentamente,
bendito tiempo, lugar y estancia que me conmueve,
ningún alma libre se ve, pero ninguna ilusión se pierde.
Busqué una experiencia nueva para completar,
“cuidado con lo que pides que se puede realizar”,
no hay decepción ni desesperanza, mas viene el temblar,
sin salir, sin escuchar, meditación pura y sin descansar.
Aprendí a ver por la ventana y la imaginación resplandece,
la reflexión se hace cada vez más presente,
y eso se agradece, no hay distracción más allá de la mente,
y se me ocurren mil cosas, de repente.
Se vive un encuentro natural y se respira lo libre sin necesidad de caminar,
lo pacífico reina y continúa sin cesar,
pero ni con días desérticos el habitat se repondrá,
pero mientras, salgan, vuelen y vivan a perpetuidad y vuelvan a comenzar.
Mi suspiro... el único ruido.
La soledad dice presente y se revela con un grito estrujante,
¡Siénteme, que me buscaste! ¿ya lo olvidaste?
no lo sé, dame tiempo para cautivarme,
porque tengo miedo de no salir y quedarme.
La primavera se siente y me acaricia con su esperanzar,
mensaje directo del cielo que me provoca recordar.
Las gotas saladas en mejillas perduran y logran penetrar,
no sé qué hacer, sólo me estoy dejando llevar,
vivo al día, sí, pero no evito dejar de soñar.
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