Ante el desconcierto de la nueva amistad que surgía.
Me encuentro con mi cuaderno y mi pluma, postrado en el lecho de mi propia gratitud. Inundado de paz serena y paz violenta, serena en agradecimiento y violenta de indiscreción. ¿Cómo se llega a amar verdaderamente? Yo no lo sé. Lo sabe la tierra que da lechugas. Lo sabe el mar que es generoso. ¿Es posible amar sin interés? ¡Qué voy a saberlo yo! Lo sabe el pájaro que en mi ventana canta. Lo sabe Sor Ana que en su claustro está. Con mi cuaderno y mi pluma vibro en deseo de vivir. Vivo y canto, vivo y llamo. Llamo al cielo. Al único amor del que todo hombre -si supiera- suspiros derrocharía sólo para colorear la penosa tragedia que la vida es. El mundo confuso con su cuaderno y su prisa me dice que siempre ahí tú vas a estar. Dudo, río y pienso. Agito simplemente mi propia tranquilidad. El mundo y su ritmo. El aire y su caudal. La risa y su hipocresía. La ironía y su verdad. El mundo encuentra la bondad en ti, y pareciera que no la quiere soltar. Suelta al mundo, suéltalo, yo también pretendo amar. El mundo te quiere, pero está seguro que yo ya te quiero un poco más.
Febrero 2006
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