"Comprender al ser humano desde nuevas miradas
y sobre todo apostar por la experiencia espiritual como núcleo"
Vivimos en medio de una situación “caótica”, en medio de los fantasmas de las conspiraciones, de los heroísmo de la ciencia, de poderes políticos entre improvisaciones y soluciones, el tiempo de la nueva humanidad, el tiempo de la creación ¡Vaya que se ha dado un respiro!
Asediados por las noticias, de toda índole (pero con una clara apuesta por la cultura de la muerte), es urgente detener el camino y transitar por nosotros, lo anterior en ningún momento significa un ensimismarse enajenante, sino un descanso para el interior, distraernos del ruido. Y precisamente, en esa mirada introspectiva, podremos lanzar miradas a los otros y a lo otro, a la otredad… ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si se pierde? (Lc 9, 25).
José F. Moratiel, O.P.; desde su “Escuela del Silencio” lanza un grito que interpela:
“El silencio trasciende la cultura del beneficio, de los utilitarismos y de las expectativas”
insistimos en mantenernos dependientes de la información, presos de la tecnología, como una excusa para huir de lo que nos habita, de nuestras raíces.
Lo anterior nos evoca un reto especial, ¿cómo cultivar la inteligencia espiritual en la vida de cada uno? La inteligencia entendiéndola, como la capacidad en encontrar lenguajes adecuados y significativos. Y es que esta búsqueda es urgente, sí, no soy alarmista, en la conocida parábola de Kierkegaard sobre el payaso de la aldea en llamas, hay muchas señales de que vivimos en llamas, o de que las llamas nos cercan, pero aplaudimos y lloramos de distracción, las súplicas del famoso payaso por atender las llamas NO FUERON ATENDIDAS, al igual que nosotros, no atendemos las señales de parar el ritmo desenfrenado de la vida.
Respondiendo a la cuestión, sobre la manera de cultivar la Inteligencia Espiritual, podemos empezar por prestar atención de nuestro alrededor, qué experiencias trascendentes nos rodean, “trascender” qué palabra tan vaciada y descontextualizada, ya que en ningún momento implica un ausentarnos del mundo, de manera dualista. El arte, la poesía, la música, la religión encarnada, nos permite trascender, un camino esencial, ya que sobre todo nos permite integrar y profundizar: ¿qué hacemos con nuestras vidas?
Francesc Torralba, en su obra La lógica del don, y quien ha profundizado en el área de la Inteligencia Espiritual, nos indica que este tipo de inteligencia nos coloca en un asidero, para caer en la cuenta de que
“Somos don y estamos hechos para el don. Partimos de la tesis de que solo en ese movimiento de exteriorización radica la felicidad”
Y vaya terremoto interior de libertad ya que no todos nos atrevemos a enseñar la riqueza de nuestra interioridad. Me cuestiono si este tiempo de pandemia, hemos sido capaces de mostrar a nuestros seres queridos que viven este confinamiento, lo bello de nosotros.
Educar la interioridad, parte sobre todo de movimientos internos, una receptividad que nace de contemplar nuestro mundo, pero al mismo tiempo, de un ejercicio de donación (exterioridad), y en esa salida de mí, puedo crear la habilidad de transformar mi entorno. Estamos ante un nuevo paradigma educativo, comprender que no solo podemos atender a lo racional exclusivamente, la mente ética es esencial, comprender al ser humano desde nuevas miradas y sobre todo apostar por la experiencia espiritual como núcleo, con carácter dinámico de lo corporal, psicológico y espiritual que nos constituye.
No deseo caer en reduccionismos cuando me refiero a la habilidad de educar la interioridad, pero realmente estoy convencido que este camino de búsqueda del sentido, puede abstraernos del desasosiego ansioso, de la improvisada búsqueda de la felicidad. Ganamos para nosotros formando la interioridad, sobre todo una sana relación con nosotros mismos, viviendo atentos y priorizando lo esencial, qué privilegio quedarnos en casa para atender lo que resuena dentro de nosotros, hilar profundo, y ser artífices de poder entablar una necesaria conversación con nosotros. Como nos recuerda Torralba “la presencia de uno mismo está siempre ahí” de esta premisa parte todo.
Todo este camino, ¿a dónde nos encausa?, a ser receptivos del ahora, de encarar el presente con pasión, a proyectarnos con esperanza, sin caer en preocupaciones por el aquí. Un camino no sin dificultades, pero sin saturaciones de lo que pensamos y sentimos, abiertos a los mensajes de la realidad y a los mensajes de los otros. Y finalmente conquistar la atención en una “presencia de espíritu”, como anota el gran filósofo personalista Jean Lacroix, presencia de nosotros mismos, del grandioso mundo que poseemos, de las personas y de la presencia de Dios.
Me quedo en casa, pero con el corazón abierto.
Bibliografía
Gómez, I., Educar la Inteligencia Espiritual, Khaf, Madrid, 2014
Moratiel, J., La cosecha del silencio, Martínez Roca, Barcelona, 2001.
Torralba, F., Inteligencia Espiritual, Plataforma, Barcelona, 2010.
- La interioridad habitada, Khaf, Madrid, 2019
(Entre las cosas que hago en el afán de desarrollo de la Inteligencia espiritual es la fotografía, su creación y edición. Les comparto una pequeña galería personal)
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