Mi café teme por mí, se ha dado cuenta de mi soledad. Intuye la amargura de esta tarde y se intriga ante la vanidad de la apariencia.
Tal vez mi café, jamás conoció esta faceta. Antes se conformaba con acompañarlo al desayuno y en mis días de hogar cenarlo en compañía. Ahora desconoce el ansia de este sorbo desesperado.
Creo que teme, que capta, que urga a confortar, pues su temperatura es tan confusa como el torbellino de mis pensamientos ahora.
Intenta reír y me acaricia con su aroma. Qué lástima que yo no tengo nariz. Mi café, triste y desesperado intenta seducirme con su forma pero se da cuenta que ya no tengo ojos.
Σχόλια