
MIERCOLES 2 SEPTIEMBRE 2020
JUBILEO DE LA TIERRA
Laudato si, mi Signore,
sora nostra matre Terra,
la quale ne sustenta et gouerna,
et produce diuersi fructi
con coloriti fior et herba.
(texto original, dialecto umbro)
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos
con coloridas flores y hierbas.
Lc 4, 38-44
"...la gente lo andaba buscando.
Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo,
para que no se alejara de ellos; pero él les dijo:
'También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades'."
Sabemos que uno de los principales problemas que encontró la predicación del cristianismo en los primeros siglos fue la transmisión de la idea de la Providencia. Será hasta los tiempos de san Agustín de Hipona (354-430), y con él precisamente, cuando ya veamos tratados sistemáticos elaborados para sustentar, no solo la noción de “Providencia”, sino la misma predicación de la Iglesia sobre este tema.
Es conocido por la historia que aquellos que llegaban del mundo pagano a formar parte del cristianismo, sobre todo aquellos que venían del mundo griego, encontraban gran dificultad para asimilar la idea de Providencia debido a su bagaje cultural heredado, el cual carecía de la idea de una relación entre los dioses y las criaturas, y su injerencia sobre ellas. Es decir, si un dios creaba u ordenaba alguna realidad existente, no ejercía ningún control o relación sobre esta.
El cristianismo, basado en el principio del Dios encarnado y enviado a la tierra para cumplir la obra de la redención, promulgaba esta idea de relación estrecha con Dios, pues Jesús proclamaba de sí mismo que era uno con el Padre, y que de Él había recibido la misión de venir a este mundo a redimirlo. Una noción de relación íntima entre el Creador y su criatura, la cual busca estrechar el lazo entre lo celeste y lo terreno, entre lo humano y lo divino.
El pasaje del evangelio de hoy 2 de septiembre (Lc 4, 38-44), segundo día del Jubileo de la tierra, nos describe una jornada de trabajo de Jesús, donde ejerciendo el ministerio de la curación de los cuerpos y de las almas, especifica que aquellos que venían curados por él, sentían verdadera fascinación y agradecimiento, al punto que “la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos”. Y es que es normal y muy humano, el ser agradecido. Es muy comprensible que alguien que recibe un favor tan grande como es el de la devolución de la salud a sí mismo o a un ser querido, quiera disfrutar de su salud junto a aquel del que recibió dicho favor. Por eso tantas veces, antes de ingresar a la Orden de Frailes Menores, cuando trabajaba en farmacia, fui testigo de cómo los pacientes de médico, una vez que se recuperaban de sus males, le llevaban regalos humildes de sus cosechas y de sus comercios, además de la admiración y el respeto que le profesaban para siempre.
Jesús el Señor, experimentó en su propia persona esta necesidad de las criaturas por permanecer en este sostenimiento, pues querían “retenerlo, para que no se alejara de ellos”. Una necesidad sentida y manifestada de la creatura para su Creador. Me resulta inspirador este detalle de la narración evangélica que, sin forzar el texto, quiere revelarnos mucho de la humildad que se requiere para ser sensibles y reconocer la acción de Dios sobre nosotros, la cual es providencia pura: cuidado, acompañamiento, corrección… amor puro.
Francisco de Asís, en la estrofa del Cántico de las criaturas donde habla de la “Madre tierra”, la destaca como aquella que “sostiene”, que da un amoroso sostenimiento a todas las criaturas. Acción que significa el sostenimiento de Dios para con todo lo que ha creado. Nuestra “Casa común” es una plataforma creacional de sostenimiento porque de Dios Creador toma su modelo: es providente y tolerante, da lo necesario y lo que hace gozar, es suelo y cielo en un mismo tiempo.
Por esta certeza de sostenimiento de la que debemos ser conscientes, es de donde debemos tomar la convicción de expresar esta gratitud a la “Casa común”, a nuestro planeta, con la salvaguarda de su equilibrio mediante nuestro modelo de vida, el cual debe ser moderado y favorecedor de la paz que requiere en su equilibrio. El ser testigos de su amoroso sustentamiento que debe hacernos dependientes y fanáticos de su cuidado y defensa, sentir lo que aquellos que eran curados, experimentaban por Jesús: “no querer que se alejara de ellos” expresión de cercanía íntima y comunión. Lucha por su respeto por ser obra de un Dios que, no solo es Creador, sino también providente. Que ha dado al hombre el gran privilegio de, no solo ser creado por su amor, sino ser depositado en una habitación perfecta para que la habite, se sirva y se goce en ella. Una casa buena, necesaria y bella.
Paz y bien
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