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Foto del escritorDANIEL RAMOS

La casa común: SU BELLEZA

Actualizado: 5 sept 2020



VIERNES 4 SEPTIEMBRE 2020

JUBILEO DE LA TIERRA


Laudato si, mi Signore,

sora nostra matre Terra,

la quale ne sustenta et gouerna,

et produce diuersi fructi

con coloriti fior et herba.

(texto original, dialecto umbro)

Alabado seas, mi Señor,

por la hermana nuestra madre tierra,

la cual nos sostiene y gobierna

y produce diversos frutos

con coloridas flores y hierbas.


Lc 5, 33-39

“Le preguntaron a Jesús:

‘¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración,

igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?'.”



Si algo ha enseñado el franciscanísmo a la humanidad, no solo al cristianismo, es la urgencia del rescate de la belleza de la obra de la Creación. Cierto, nada nuevo ni genial, ya que la belleza de este mundo es innegable. Pero sí, es nueva y genial, la perspectiva de la belleza como categoría de gratuidad y defensa para con la “Madre triera” y las criaturas todas. De hecho los apelativos en dialecto umbro “frate” y “sora” (fratello y sorella, en lengua italiana), hermano y hermana, en nuestro castellano, son calificativos de belleza y no de parentesco como casi siempre se piensa.


Cuando Francisco llama “hermano” a una criatura, sea animada o inanimada, está reconociendo su participación en la belleza de su Hacedor, su “significación”, relación directa y lazo imborrablemente esencial entre el artista y la obra, según las más conocidas y convincentes teorías semióticas.


En el cuarto –y último- día de este Jubileo de la tierra, el pasaje del evangelio nos regala una bella página que implícitamente y explícitamente nos hablan de la belleza y su deleite.


Pareciera que nuestra mentalidad cristiana estuviera configurada para ver como sospechosa cualquier manifestación de belleza, adjudicándole cualquier culpabilidad de la vanidad o hedonismo, o incluso pecaminosidad de pretensión, pues cierto es que la belleza es un atributo al que siempre se tiende y desea, tantas veces desmedidamente.


Jesús defiende a sus discípulos ante la crítica de que los que buscaban sobajarlos mediante una comparación absurda y pretensiosa. Ya que: “Le preguntaron a Jesús: ‘¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración, igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?.” Su respuesta es la de un verdadero maestro que sabe justificar, no ciegamente, sino desde nuevos parámetros, el actuar de sus pupilos.


Jesús manifiesta que sus cercanos deben ser hombres contemplativos de lo bello en este mundo, no privarse de esa belleza, incluso disfrutarla, gozarla al pleno. Esto viene significado con el gozo de vivir la festividad de unas nupcias de forma cercana con aquel que las ha contraído: con el esposo, es decir, con el protagonista de todo lo bello y alegre de esa celebración.


Francisco de Asís, destaca de la “Madre tierra”, que su maternidad es un “clon” de aquella maternidad de su Creador; que no solo da lo necesario sino también lo recreativo, pues la obra de la creación como la narra el libro del Génesis describe una obra perfecta que va de lo necesario a lo gozable y placentero. Esto último, también necesario para una criatura hecha a “imagen y semejanza de un Dios que es belleza y perfección, y que ha impreso su sello sobre su criatura, haciéndola sensible de la belleza y gozadora de ella.


Dice san Francisco en el párrafo del Cántico de las criaturas donde habla de la “Madre tierra”, donde después de resaltar su ejercicio de gobierno y sostenimiento, además del alimentar, el atributo de ofrecer belleza, que esta: “produce coloridas flores y hierbas”. Es bien sabido que el santo de Asís recomendaba a sus hijos frailes que en su huertos, reservaran espacios para cultivar plantas y flores que embellecieran los espacios, ya que con este embellecer alababan a Dios. Su cultivo no era jamás inútil, pues tan sagrado es alimentar como lo hacen las hortalizas, como embellecer como lo hacen las flores.


Un verdadero cristiano y franciscano, debe ser este ser humano práctico y sensible, que sepa aprovechar los dones de la tierra y contemplar su belleza con respeto y admiración. Un ser pensante que sepa arrebatarse por cualquier paisaje bello que contemple. Un ser comprometido con la salvaguarda del ambiente y promotor de su contemplación en la belleza.


Los tiempos post-covid19 son tiempos que revelan la exigencia de un mundo nuevo, renovado y ansioso de ser mejor; como “vestido y vino” que expresan necesidades concretas. Que requieren “remiendos y odres” ad hoc a una sociedad que exige ser renovada para ser mejor portadora de una “Casa común” que no solo es propia, sino que debe heredarlo a las próximas generaciones que también tienen derecho a lo necesario y a lo bello.


Esforcémonos por regirnos bajo estos dos principios evangélicos y franciscanos: lo necesario y lo bello. Gozarlos y compartirlos.


Paz y bien.



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