Sobre la violencia femenina
Consideraciones sobre el “Camino de Santa Clara”
Bitácora de su vocación en violencia
(Expuesto el miércoles 5 agosto a los participantes del curso-novenario sobre Santa Clara de Asís vía streaming)
Europa es una tierra propicia para ser visitada de diversas maneras, sea como turista, como estudiante o como peregrino. Es el continente que posee las bases de la civilización de occidente, en gran parte influyente la fe cristiana. Pero es también Europa una tierra para peregrinar, para experimentar mediante el movimiento físico del caminar, aquel otro espiritual y ascético al que todo hombre aspira.
Existen en varios países de Europa una gran cantidad de caminos espirituales para peregrinos que vienen de todo el mundo a recorrerlos. Sin duda uno de los más populares es el de Santiago, en España. Pero también Italia cuenta con no pocos recorridos para caminantes que casi siempre se establecen sobre rutas establecidas en las geografías vitales de algunos santos.
Asís cuenta con varios caminos de este tipo, su maravillosa ubicación geográfica, su siempre presente color verde, su clima y su discreta vegetación hacen que sea destino de muchos que, a lo largo del año o de ciertas fechas litúrgicas, van a hacer sus caminatas espirituales siempre teniendo un punto de llegada que puede ser cualquiera de los “santos lugares” franciscanos según el objetivo o devoción que los mueva.
Por mi parte, he hecho ya cuatro veces el Camino de Santa Clara, que se realiza prácticamente con una caminata de una jornada (o jornada y media) por los alrededores de Asís. El recorrido comprende seis lugares vitales de la santa, que son los que trazan su geografía de vida (a excepción de la ciudad de Perusa donde sabemos que vivió por un tiempo cuando era niña junto con su familia por motivos de una situación guerra que esta posesionada sobre Asís).
Los lugares son:
1. La Casa paterna (a un lado de la catedral de San Rufino),
2. La Porciúncula,
3. El ex Monasterio de San Pablo de las Abadesas (en Bastia),
4. El ex Monasterio de San Ángel de Panzo (en lo alto del monte Subasio),
5. El Monasterio de San Damián
6. La Basílica de Santa Clara.
Cada uno de estos, encierra una etapa importante de la vida de la santa así como la del distintivo de haber sido escenario de acontecimientos determinantes en su caminar vocacional. La Basílica de Santa Clara, donde reposan sus restos mortales (también de sus hermanas Inés –santa-, Beatriz y Ortolana, su madre) no fue ciertamente un “lugar vital” porque fue construida después de su muerte, pero si queremos ser un poco más precisos, hemos de decir que dicha basílica está edificada sobre lo que fue la antigua Iglesia de San Jorge, donde Clara acudió seguramente muchas veces en vida, y que después sería su “tumba” provisional, como lo fue también de san Francisco, hasta que se edificara su propia basílica.
La experiencia del Camino de Santa Clara siempre es nueva y muy enriquecedora. Durante el camino observas increíbles fotografías naturales que regala espontáneamente el paisaje, el cual se recorre de una manera poco usual y poco fotografiado desde esos ángulos. Te acompaña la guía de una App en el móvil que te ofrece no solo los detalles de la vía a seguir sino también textos de las biografías y de los escritos de la santa para hacer pequeñas celebraciones en los lugares y durante el camino. No falta el rezo de la corona franciscana, el Angelus, el “Te adoramos” y más devociones franciscanas que se hacen mientras se descansa tomando un poco de aire y comiendo alguna fruta que llevas en tu mochila de caminante. Cuando se hace este camino con personas que llevan objetivos espirituales claros, es verdaderamente un deleite la experiencia.
Hace algunas semanas realicé de nuevo este camino junto con otros hermanos de mi provincia que desempeñan cargos importantes en la Orden acá en Roma. Los diálogos durante el camino eran moderados y se dio, a diferencia de otras ocasiones, el tener una experiencia fuerte con la naturaleza al comer de los frutos que los árboles a nuestro paso nos ofrecían, o más bien que, nosotros les pedimos. Era una experiencia de respeto a lo creado que seguramente nos ha dejado a conciencia estos tiempos post pandémicos.
Esta vez, al terminar la experiencia de la caminata llegué a una conclusión que desde el inicio me asaltó como una intuición que no lograba expresarse como tal: los lugares vitales de santa Clara estaban marcados por eventos violentos. Violencia e intolerancia. Intolerancia y defensa. Eventos que hablan de opresión hacia la mujer.
Al inicio, partiendo para la caminata, como parte también el camino de vida de Clara en este mundo, la Casa paterna, nos habla de la fuga. De un escape arriesgado que se hace en medio de la noche envuelto en una atmósfera de adrenalina (LCl 7-8). La sola narración del acontecimiento en la Leyenda de Santa Clara (biografía oficial) y de las tantas biografías que existen, nos meten en la violencia de imaginar a una adolescente que debe salir de casa de madrugada, burlar todos los cerrojos y servidumbres de la casa, que era propiamente una fortaleza medieval. Salir de la ciudad sin ser vista y atravesar el bosque hasta llegar a la Porciúncula. ¡No tienen idea de cuántas veces desde el mirador de la plaza de Santa Clara, mirando el paisaje del valle de Santa María de los Ángeles, he hecho cálculos sobre cuál habrá sido la ruta que hizo Clara desde su casa a la Porciúncula aquella noche!.
Se camina cuesta abajo siguiendo el camino directo “de los ladrillos” que lleva hasta la Porciúncula, al menos hoy es la ruta más directa y efectiva que hay. Ya dentro de la basílica de Santa María degli angeli, y frente a la Porciúncula, se recuerda el acontecimiento de la liturgia fraterna de su consagración por manos de Francisco y en compañía de la fraternidad de los hermanos aquella noche (LCl 8). Reconozco que ya en otras ocasiones he hablado y escrito describiendo esta escena con notables rangos de romanticismo y belleza. Pero, también jamás he podido dejar de lado lo violento del momento. La adrenalina de la presencia de una joven noble en medio de un grupo de “locos” como en ese momento eran aún considerados en la comarca.
Las antorchas encendidas iluminando el lugar y la incertidumbre de haber sido vista escapar de la ciudad, así como la posibilidad del reaccionar de alguno de los suyos en ese momento para traerla de regreso a casa. Sin quitar la magia del evento, es necesario reconocer su carga de violencia psicológica que tiene en sí misma. Dice Dacia Maraini en su novela:
¿Qué habrá motivado a Francisco a convencer a Clara a seguir su ejemplo de renuncia y pobreza? ¿El afecto que sentía por ella? ¿o un cálculo político que pretendía involucrar a una de las más pudientes y bellas muchachas de la ciudad en un solo loco proyecto de ascesis y de renuncia? La respuesta de Clara fue mucho más allá de estas posibilidades, (…) Ella jamás se echó para atrás[1]
Se procede después a salir de lo poblado, se camina siguiendo la ruta señalada hacia Bastia. Se requiere una caminata que ya se deja sentir. Después, se llega al Ex Monasterio de San Pablo de las abadesas que se ubica en los terrenos de un cementerio público el cual alberga en el centro, una capilla pequeña que funge como la iglesia del recinto. Ese pequeño lugar guarda la memoria de ese lunes santo que iniciaba. Clara fue llevaba por algunos de los hermanos hasta ese monasterio de monjas benedictinas que la recibieron aquella misma madrugada. Se sabe que solo pasó unos días ahí, ¡y creo que no podía permanecer más tiempo! ya que lo que se vivió en las próximas horas seguramente sacudió a toda la comunidad monacal. Sus familiares capitaneados por su tío, que era propiamente su tutor, irrumpieron en el monasterio para llevarse a Clara a la fuerza. Ella en su propia defensa mostró su cabello corto; signo de consagración, y logró dar fin al momento (LCl 9). El lugar aun conserva el fragmento de la piedra del altar de aquella iglesia como memorial de lo ocurrido.
Después viene el tramo más largo y cansado. Se rodea las faldas del monte de Asís y se accede al monte Subasio. Cuesta arriba, después de un gran esfuerzo se llega a Sant’Angelo di Panzo, que hoy es una propiedad privada, sin embargo la placa escrita que recibe a los caminantes narra brevemente el suceso del “primer milagro de Santa Clara”. Sabemos por las biografías, que después fue llevada a este monasterio y ahí fue alcanzada por su hermana Catalina quien se quedó a vivir ahí con intención de seguir el mismo ideal. Ocurrió lo mismo: sus familiares irrumpieron también violentamente y, sabiendo que con Clara no se podía ya hacer nada, intentaron llevarse a su hermana. Esto con violencia según la narración de Tomas de Celano (LCl 10). Por virtud de la oración de la santa aquella escena se vio interrumpida. De este acontecimiento le vino el nombre de “Inés” dado por Francisco, quien quiso honrar su valor ante la situación violenta que afrontó.
Después se desciende el Subasio hasta llegar a San Damián, monasterio que fue su hogar por más de 40 años y que Francisco, inmediato a su conversión, restauró con sus propias manos. Sabemos que el protomonasterio de San Damián es El Escenario de Clara. Ahí se vivieron los acontecimientos de su santificación. Cada piedra narra sus prodigios. Sin embargo, hay narraciones que también hablan de violencia. En la misma narración de la novela documental de Dacia Maraini, se mencionan algunos elementos en este rubro: la vida de pobreza extrema, la dificultad para la higiene, la austeridad de la construcción …etc[2]. El encuentro con el papa en su lecho de muerte y la defensa de su ideal de vida en pobreza frente a él (LCL 41-42). El acontecimiento de la defensa contra los sarracenos en 1241 (LCl 21-22), que no está de más decir que es uno de los milagros eucarísticos aprobados por la iglesia y que es un recuerdo que hasta el día de hoy se conmemora con grande fiesta en Asís (Fiesta del voto, 22 de junio).
Por último la Basílica. No puedo no mencionar un recuerdo que tengo muy impreso en mi mente: cuando era apenas un vocacional, vi en las noticias un video de cómo caía a pedazos el techo de la basílica de Santa Clara por motivo del terremoto de 1997. Cada que entro y veo las partes faltantes de los frescos viene a mí ese recuerdo. Violencia pura. Su basílica custodia sus restos, y el impresionante Cristo de San Damián que habló a Francisco. Cuando se llega ahí después de la larga travesía se llega precisamente violentado, con cansancio, no obstante la alegría de llegar al fin y de encontrar a la madre Santa Clara.
La intuición de la que les hablaba al inicio era esto que acabo de narrar: el denominador común de los lugares de Clara están marcados con la violencia, y violencia sobre ella. En el planteamiento de este curso escribía el discurso trillado que se escucha no pocas veces sobre la “traición” de Francisco a Clara: sacarla de su casa, arriesgarla, siempre atraída por su forma de vida. Para después sembrarla en un lugar lejano a la ciudad, inseguro y totalmente ajeno a la vida de la naciente comunidad de los hermanos. No son pocos, incluso frailes, que están convencidos de esta violencia sobre ella.
Es cierto que el camino vital de Clara es un camino de violencia, de vicisitudes de poca inclusión de la mujer muy de la época. Pero también es un camino de soluciones dadas a cada circunstancia con sabiduría, con prudencia y siempre en consonancia con la voluntad de Dios y con la Iglesia institucional. Las situaciones que he enumerado son también bellos testimonios de resoluciones audaces que marcaron la historia de la mujer de aquel tiempo.
El profesor Marco Bartoli en la introducción de su libro La santità di Chiara d’Assisi (La santidad de Clara de Asís) establece que nuestra santa fue iniciadora, o incluida, en una cierta tendencia del tiempo en cuestión de canonizaciones y patronatos de los santos, es decir: un tiempo de promoción femenina donde algunas mujeres que morían en fama de santidad eran proyectadas para ejercer patronatos sobre ciudades e instituciones a manera de “pareja” junto a otro santo patrón obviamente hombre[3]. Válganos decir que ¡santa Clara es patrona de Asís junto con San Rufino!
En la escritura de mi libro del que he venido hablando, publicado en el 2014, para plasmar el acontecimiento del que -creo yo- es el más violento de los sucesos de la vida de santa Clara, o sea el del asalto de los sarracenos a la comunidad de las Damas Pobres y el acontecimiento del milagro de su expulsión y liberación de la ciudad de Asís, tuve que detenerme en la redacción que, para ese momento (de los finales del libro) ya llevaba un ritmo bastante considerable. Narrar una escena violenta nunca ha sido fácil, se deben elegir los elementos justos según lo que se quiera transmitir para no caer en amarillismos.
Como hombre y hombre libre que soy, es difícil empatizar con un acontecimiento de violencia hacia una mujer. Sin embargo, la “chispa” de intuición, recuerdo, me la dio un acontecimiento bastante doloroso ocurrido a una persona de mi familia, que vivió una situación bastante dramática de impotencia y perdida de una hija sin poder siquiera hacer algo para liberarse de este terrible trago amargo. Sus palabras: “Le pedí a Dios que la cuidara lo mejor posible y así lo hizo”, me hicieron comprender que la violencia es una amenaza a la que estamos expuestos todos, desgraciadamente más aún las mujeres en ciertas circunstancias.
En Santa Clara brilla todavía un actual testimonio de valentía ante la violencia y de contestatariedad ante la injusticia. Una forma de afrontar lo violento con inteligencia mansa y con una forma de paz que es capaz de desarmar a los que buscan sofocar la dignidad con el poder. Contemplar los restos de la santa envueltos por esa figura de cera con su forma humana, que abraza el documento de la Regla, es el trofeo eterno de tantas batallas ganadas con estos atributos femeninos y humanos contra la opresión y en pro de la lucha por la inclusión y el respeto. Por eso muere agradeciendo a Dios, hablándole a su alma limpia y declarándose lista para dejar este mundo.
¡Stop a la violencia contra las mujeres!
[1] Maraini, Dacia, Chiara d’Assisi. Elogio della disobbedienza, Rizzoli, Milano, 2013, pp. 50-51. [2] Cfr. Maraini, Dacia, Chiara d’Assisi. Elogio della disobbedienza. pp. 75-78. [3] Cfr. Bartoli, Marco, La Santitá di Chiara d’Assisi, pp. 8-9
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