
Ayer pensé desaparecer, quise por primera vez esfumarme para que mi grito aturdido no fuera escuchado.
Intenté mirar fuera y vi sólo gris. Mire hacía dentro y había soledad. Experimenté al oído una seductora tentación, Un murmullo perfumado que me invitaba a escapar.
Por primera vez se embriagaron mis sueños y mis anhelos sintieron ahogarse, y aunque las lágrimas –testigos eternas de mi melancolía – planeaban un rescate con su desahogo, en vano fue todo porque mi confusión se asfixió en el miedo de sentir la nada. Se confundió, se atormentó, y yo, sólo respondí escribiendo bajo la luna fría.
Prefiero ya no pensar más, moriré esta noche, Porque no tengo con quien compartir mi nostalgia. Si muero, nadie lo notará. Tal vez sea mejor. Así, muchos se preocuparán por elogiarme, Por patear mis virtudes, a fin de cuentas, ya ni Recuerdo cuáles son. Muriendo las recordaré.
Qué larga es la distancia del tiempo. Qué injusta se ha vuelto la geografía. El tiempo se ríe con sus plazos y la geografía se mofa con la distancia.
Intentaré desaparecer, lo prometo. Pero si desaparezco me llevo mi risa. Si logro irme, llegaré al cielo. Allá la llevaré a Dios para que ría conmigo, porque esta noche no hay uno solo que quiera reír. Reiré solo, pensaré solo, me iré solo.
A veces la soledad es compañía, esta noche ni ella está conmigo.
2006
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