DANIEL RAMOS
29 de jul de 20196 min.
Actualizado: 21 de mar de 2020
Antoni Marí
CONSIDERACIONES SOBRE EL LUGAR: LO FÍSICO Y LO METAFÍSICO
LO FÍSICO DEL LUGAR
Para nuestra filósofa el uso del término “lugar”, y a
pesar de su indudable carga metafísica y mística, no prescindirá jamás del
elemento físico y natural, esta característica arraigadamente omnipresente en
su uso desde los diferentes ámbitos humanos, más aún en el sentido más simple
del término. Zambrano misma afirma para establecer los parámetros de lectura en
su “a modo prólogo” para Algunos lugares
de la poesía cuando sentencia: “Bien es verdad que, a lo que sabemos, en el
pensamiento aristotélico el lugar se aplica, como el lugar natural de las cosas
de la naturaleza”[1] y
menciona haciendo distinción de otros elementos donde no es aplicable: “[a] las
del humano hacer, a las de la historia”[2].
De modo que encontramos en su entender el lugar esta carga “natural” como ella
misma la denomina según la base aristotélica y la experiencia del uso simple
del término para referirse al determinado sitio espacial medible y
cuantificable por la experiencia humana que lo somete a la geografía, a la
matemática, a la física y a la experiencia sensorial[3].
El 26 de mayo de 1985 Zambrano escribió algo breve y
espontaneo que tituló: Rafael Dieste[4] y su enigma, que es prácticamente un
recuento de las hazañas y virtudes de éste que llegó a admirar por su
pensamiento genial y que frecuentaba el café literario La Granja del Henar[5],
establecimiento siempre promovido por Don Ramón del Valle-Inclán[6],
motor y alma de aquellas tertulias que María Zambrano en este escrito recuerda
de sus años pasados y el gusto de su participación en estas. Menciona también a –la de igual manera
admirada- Rosalía de Castro[7],
a quien dedicó uno que otro apartado en su obra y de quien tuvo también un
grande aprecio. Hablando de estos dos últimos mencionados es donde podemos
encontrar un primer acercamiento a la idea de lugar en Zambrano. Dice de esta:
“Rosalía de Castro no pudo salir de su pueblo natal, Padrón, lugar más arcaicamente sacro que el
mismo Compostela. (…) Si Rosalía no pudo moverse de su lugar natural fue porque allí estaba su peregrinación que era su
meta”[8].
En el mismo comentario y con la misma tónica se expresa de Ramón del Valle y su
gusto manifiesto y exclusivo de aquel café de sus encuentros: “Quizá para Don Ramón, el literario y abierto
a todos Café La Granja del Henar, supuso –tras sus viajes al otro lado del
océano- el encuentro del lugar para su
palabra, podíamos decir su púlpito adecuado”[9].
El entender físico del lugar en María Zambrano es sin duda un elemento que nos aparece frecuentemente al leer sus obras, pero de la misma manera entre renglones y a no muy lejanas distancias entre las paginas, encontramos diversos entenderes del mismo término que, sin bien es cierto que nuestra pensadora no organiza y distingue, nosotros sí podemos hacer un intento de construir un modesto sistema que puede ayudarnos a distinguir y entender mejor la noción de lugar según lo que Zambrano quiere expresar y desde qué terrenos se mueve al usarlo.
Permiso temporáneo de migración de la embajada cubana a Ma. Zambrano fechado el 3 de septiembre de 1946 / Documento propiedad de la Fundación “María Zambrano” en Vélez-Málaga, España (Foto mía).
LO METAFÍSICO DEL LUGAR
Juan
Fernando Ortega Muñoz[10]
en la amplia presentación que hace del libro El exilio como patria, expone sobre María Zambrano mucho de lo que
a nosotros nos compete en este apartado en referencia a la cuestión metafísica
de la noción de lugar zambraniano. Lo hace ciertamente desde la realidad del
exilio.
Ortega
Muñoz extrae de Zambrano y su escribir vivencial de la doliente experiencia del
exilio, la figura del nacido, con la que la filósofa paragona con el
exiliado, es decir, el que nace es aquel
que sin querer, sin prepararse y sin darse cuenta viene expulsado del lugar del
mundo simbiótico -al que pertenece con la madre- para iniciar a tener lugar en
el rapto y cárcel de la vida que lo aprisiona, lo envuelve y lo encierra[11].
La experiencia la describe nuestra filósofa:
Salir de todo de
donde se estaba, salir de la situación donde se vivía, que es tanto como salir
de la vida determinada, donde se es alguien en alguna parte […] Y ese instante
le seguirá siempre al exiliado, como siendo nadie, exactamente ninguno […].
Pues basta con que la situación donde somos alguien,
alguno, se desvanezca y que nos quedemos solos ante la vida toda, con la
vida toda, para que sintamos ser ninguno,
nadie, como si el sujeto perdiera su determinación ante la inmensidad […]
Como el que nace[12].
Entonces para Zambrano la vida es también lugar, incluso
el único lugar que le queda al exiliado –concepto también aplicado a todos los
seres vivientes-. Lugar que tiene ya disueltos los límites espaciales dados por
las categorías aristotélicas y que se expande prescindiendo de la medición
física, hacia las posibilidades de la abstracción mental que lo hace ilimitado,
no fijo y ni sujeto al ser y, más aún, lleno de posibilidades en potencia para
la trascendencia.
La vida, como la entiende Zambrano, es un ejemplo claro,
sencillo y bastante didáctico para entender la metafisicidad del lugar, pues ya
la vida misma del hombre, independientemente de si le fue dada o en cierto
punto se acepta –discusión no tan tomada ampliamente por nuestra autora, desde
donde vemos la distancia que toma de los existencialistas- es el “lugar común”
de todos los vivientes que ciertamente conoce hasta cierto punto los límites
físicos del tiempo, sumisión que Zambrano disuelve al hablar de la vida
preexistente y aquella otra futura que, si bien es cierto entraría su abordaje
desde los ámbitos de la fe, su consideración metafísica viene a bien el ser
mencionada en este apartado.
La vida entonces como lugar, según la pensadora veleña, viene a romper los límites marcados por la línea bien trazada del nacer-morir ya que es en suma realidad envolvente y espacio de la propia existencia. Para María Zambrano se está ya en la vida antes de ser parido al mundo, de modo que el estar en el seno materno y a su tiempo ser arrojado a la vida es ciertamente un cambio de lugar, un desplazamiento del ser, movimiento pues, físicamente entendido pero siempre dentro del lugar de la vida, movimiento al interno de esta espacialidad metafísica tan valorada y bien ponderada por nuestra filósofa.
Certificado de inscripción / Documento propiedad de la Fundación “María Zambrano” en Vélez-Málaga, España.
(Foto mía)
[1] Zambrano,
Algunos lugares de la poesía, 47.
[2] Zambrano,
Algunos lugares de la poesía, 47.
[3] Véase el apartado 1.2.1 La noción de lugar como noción de precisión en el capítulo I.
[4] Rafael Dieste (1899-1981). Distinguido escritor
bilingüe, en castellano y gallego, cultivador de bastantes géneros literarios.
Perteneciente en Madrid a la “Generación del 27”. Exiliado también en distintos
países del mundo. Escritor de varias obras de importancia literario-filosófica.
[5] El Café Granja El Henar
(no “del Henar”, Zambrano como muchos
hasta el día de hoy lo nombran así) es un café de Madrid precisamente en la
calle de Alcalá # 40 que inició como un modesto establecimiento para la venta
de leche y algunos lácteos que con el paso del tiempo y la demanda de sus
productos pasó a ser uno de los cafés más famosos de la capital española además
de convertirse en uno de los lugares más representativos de la ciudad en el
siglo XX. Este emblemático establecimiento
fue el sitio de encuentros de distintos personajes famosos en el ámbito de la
política, de la literatura, la filosofía, el periodismo y de las artes en
general hasta el año 1960.
[6] Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), distinguido
poeta, literato y dramaturgo considerado como uno de los más importantes
autores en la escena literaria de España en el siglo XX.
[7] Rosalía de Castro (1837-1885) poetisa y novelista
española en lengua castellana y gallega. Importante porque algunas de sus obras
son consideradas como las primeras grandes obras de la literatura gallega
moderna.
[8] Zambrano, Escritos
autobiográficos. Delirios. Poemas, en: Ma. Zambrano, Obras Completas, Vol. VI, p. 664.
[9] Zambrano,
Escritos autobiográficos. Delirios.
Poemas, 664.
[10] Juan Fernando Ortega Muñoz, Doctor en Filosofía y
Derecho. Catedrático emérito de la
Universidad de Málaga, amigo personal de María Zambrano y el máximo difusor de
su pensamiento mediante la obra de la fundación que lleva el nombre de la filósofa misma que
dirigió por más de 25 años.
[11] Cfr. M.
Zambrano, El exilio como patria,
Anthropos, Barcelona, 2014, p. XXXII.
[12] Ortega Muñoz remite al manuscrito: M. 157 en poder de
la Fundación María Zambrano. En: Zambrano,
El exilio como patria, p.
XXXII.